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-     En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los veintiséis días del mes de octubre de 2010, a la hora 16 y 28:

Sra. Presentadora.- Buenas tardes a todos.
          Damos comienzo a la Audiencia Pública sobre Soberanía Alimentaria convocada para el día de la fecha. Son muchas las organizaciones que están presentes y que vamos a ir nombrando a lo largo de la jornada.
          Agradecemos especialmente la presencia del señor diputado Cuccovillo, del Partido Socialista, quien ha pasado a darnos su saludo.
          Todas las organizaciones que se encuentran presentes y están inscriptas van a ir tomando la palabra a lo largo de la reunión, así como también vamos a ir nombrando a las que están pero no van a hacer uso de la palabra.
          Les damos la bienvenida y le vamos a dar la palabra en primer lugar a la señora diputada Liliana Parada, anfitriona de esta jornada.

Sra. Parada.- Buenas tardes a todos. Ser anfitriona es demasiado para mí porque los anfitriones son todos ustedes.
          En primer lugar, quiero saludar la experiencia que se va a aportar en el día de hoy acá y su mirada –que puede ser disímil o no‑ que apunta a uno de los grandes temas nacionales, como es la soberanía alimentaria,  respecto de la cual quienes están presentes vienen llevando muchas luchas desde hace varios años. La única pretensión de Proyecto Sur y otros bloques que también han adherido a esta convocatoria –como el GEN y el Partido Socialista‑ es en realidad poner este tema en la agenda parlamentaria. Para nosotros esto es algo más que un proyecto de ley.
          Entendemos y creemos que la soberanía alimentaria es un modelo que en las actuales condiciones del Estado es imposible llevar adelante en la magnitud de lo que seguramente cada uno de los que están hoy presentes nos van a ilustrar. A partir de eso vamos a ver cuán lejos estamos como Estado.
          Creemos que este proceso es colectivo y apostamos absolutamente todo. Entendemos la soberanía alimentaria como un nuevo modelo en el cual lo principal es la capacidad de los pueblos de darse su modelo de producción sobre qué comer, qué producir y qué consumir respetando la biodiversidad, la sustentabilidad, y por supuesto el trabajo digno, con sumo respeto por los patrones culturales. En ese sentido es donde advertimos cuán lejos estamos de los modelos sojeros que tiene nuestro país.
          No obstante, apostamos a este proceso tan ambicioso, precisamente porque más allá de que los diputados que me acompañan –y que lo van a hacer también a lo largo de la jornada- presentaron proyectos que van propendiendo a este camino de ser soberanos en materia alimentaria, entendemos que es necesario empezar a instalar el tema en esta casa. Instalarlo ya no solamente con temas como ferias francas o cómo detener los alquileres. Por eso nos hemos unido en esta cuestión para poder pensar juntos y ver qué surge más allá de esta tarde.
          Nuestra ambición es que esto pueda continuar. La forma, justamente, se la van a dar quienes estén acá. Las formas, por supuesto, siempre tienen que ser abiertas porque no nos creemos que podemos solos.
          Por lo tanto vamos a ir viendo si es posible  construir acá no un espacio ni una organización, sino la posibilidad de empoderarse -desde la banca que ocupamos cada uno de nosotros- de algunas funciones. En realidad, aspiramos a que en algún momento dejemos de tener este estado representativo y delegativo y empecemos a trabajar como si ya este Estado fuera este nuevo Estado que puede cobijar una idea tan grandiosa como ser soberanos en materia alimentaria.
          Como nos hemos presentado a elecciones y ocupamos estas bancas, entendemos que la revolución la tenemos que hacer en las estructuras del Estado.
          Para nosotros, ésta es una forma de hacerla. De esta manera, esa función de control que se tiene desde esta casa parlamentaria, se puede compartir.
          Queremos ver en qué cuestiones podemos bucear juntos y trabajar, convocando a otros, entendiendo que es un proceso que va a llevar muchísimo tiempo, pero no porque lleve mucho tiempo o porque no seamos mayoría en esta Cámara o no seamos aún gobierno, vamos a esquivar la situación.

          Todo lo contrario. Nosotros queremos hacernos cargo de este tema y compartirlos con ustedes. Yo no voy a hablar de soberanía alimentaria, sino que lo harán ustedes y seguramente nos van a enriquecer con sus comentarios. Espero ilustrarme muchísimo.
          Agradezco muchísimo su participación en el día de la fecha. Esta mirada que planteo espero que sea la de ustedes y que vean la posibilidad de continuar y de qué manera. Los insto a que en sus exposiciones puedan proponer una cuestión que esté relacionada con ésta.
          Les doy la bienvenida y muchas gracias por estar. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Agradecemos la presencia del señor diputado Alcuaz.
          A continuación le damos la palabra al señor diputado Cardelli.

Sr. Cardelli.- Es una alegría grande que estos temas estén siendo analizados en el Congreso. Todavía me sigo acordando esa linda audiencia que hicimos con motivo de la Ley de Glaciares, que fue bastante ruidosa y que por suerte tuvo un final relativamente feliz porque sacamos una ley que ponía coto al tema de la depredación.
          En este caso llegamos al Congreso y, tal como lo expresó la diputada Parada, todavía hay una inmensa batalla que dar. El tema de la soberanía alimentaria está muy en pugna y en conflicto con la idea dominante de la globalización o la idea dominante de cómo tiene que ser un mundo para todos. Hablamos de un mundo para todos que se expande públicamente en la globalización y creo que, verdaderamente, no es eso.
          Si uno mira en términos de números notará que la mitad de las poblaciones del mundo vive en el campo, en el marco de una situación agrícola peor. Cada vez más avanza este modelo de agricultura capitalista extensiva y altamente tecnologizada, con lo cual los campesinos se van derivando hacia las ciudades y, detrás de eso, viene asociado el hambre.
          La posibilidad de la comida en nuestro país se vive de manera fuerte en la medida que se produce a través de un modelo internacional donde funciona según la eficacia. O sea, habrá países que producen algunas cosas y otros que producen otras, hay exportación e importación, pero la realidad indica que en el interior de esos países la comida no es para todos. Nuestro país es un gran exportador de alimentos, pero la verdad es que tenemos hambre.
          Hace un tiempo se vio el ejemplo clarito de la provincia de Misiones. En esta planilla tengo números que son bárbaros. Salvo en las lentejas, batatas, papa, arroz, mate y poroto seco, nosotros somos superavitarios desde el punto de vista de los alimentos. Realmente, no tenemos garantizada la solución del problema del hambre.
          Y a esto podemos ligar que existe una forma de producción absolutamente despareja en el país y hay enormes regiones de la Argentina que seguramente podrían tener resuelta la soberanía alimentaria y no la tienen porque hay un modelo que es de agricultura extensiva que va avanzando.
          Cuando discutimos la soberanía alimentaria deberíamos discutirla desde el punto de vista de las regiones y de las provincias y no solamente desde el punto de vista de la nación en su conjunto. Hay muchas regiones y provincias de nuestro país que tranquilamente podrían tener una producción agrícola que resolviese su propia soberanía alimentaria. Seguramente Misiones, Corrientes y Chaco –entre otras- podrían producir alimentos que, a su vez, les generen su propia alimentación.
          El problema de la soberanía alimentaria en este país está muy ligado al tipo de modelo productivo que tenemos, especialmente en el plano agrícola, porque es un modelo productivo que está pensado fundamentalmente en términos de exportación y de conseguir divisas y no en términos de solucionar el problema del hambre que vivimos en nuestro país.
          Esas divisas, como ustedes saben, saldrán para pagar la deuda externa o para que empresas extranjeras se las lleven como ganancias, porque ninguna empresa extranjera que viene acá necesita tener los dólares para poder llevárselos como ganancia. Los dólares salen de algún lado, en general de la producción agrícola.
          Este es un tema de fondo y agradezco a la diputada Parada que ha tenido la idea de hacer esta audiencia.
          Ojalá que este pasito que estamos dando se pueda extender para que podamos darle fuerza al tema de la soberanía alimentaria en el marco de la modificación de un modelo productivo agrícola que realmente esté pensado en función de las necesidades de nuestro pueblo y no en función de las necesidades de exportación.

Sra. Presidenta (Parada).- Tiene la palabra el señor diputado Solanas.

Sr. Solanas.- Señora presidenta: continuando con la reflexión de mi compañero Jorge Cardelli quiero agregar que estamos frente a un modelo productivo construido en función de las modas o necesidades externas, por supuesto de alta rentabilidad, que no respeta el medio ambiente ni el hombre que vive en pueblos fumigados, como hemos escuchado días pasados aquí. Tampoco respeta el bosque.
          La frontera sojera se expande y va destruyendo una de las grandes riquezas que tiene cualquier comunidad, que es la diversidad agropecuaria.
          La realidad es que hoy nos encontramos con desalojos crecientes, con un campo sin agricultura y con innumerables especies que antes se cultivaban y se van dejando atrás.
          Todo esto nos pone ante el desafío y la urgencia de poner como una de las piezas esenciales de un proyecto nacional el tema de un  plan agrario en función de nuestras propias necesidades y en defensa de nuestra propia identidad cultural.
          El tema de la agricultura está íntimamente ligado a las tradiciones culturales. Argentina, en estas décadas, ha venido abriendo curso a un proceso de aculturación creciente, relacionado con la explosión de los medios de comunicación y la publicidad, hoy en día mayoritariamente en manos extranjeras.
          La Argentina es un país invadido por corporaciones. La mayor parte de las grandes empresas hoy son extranjeras. Todo eso ha venido produciendo cambios sociales, económicos y culturales intensos.
          Por eso estamos ante un problema que no es solamente la necesidad de oponer un nuevo modelo productivo a este modelo agro-minero exportador. Estamos ante un tema cultural muy grave.                    

          Hay un modelo cultural que va creando hábitos, donde incluso las comidas van desapareciendo, las tradiciones culinarias van desapareciendo, vamos siendo penetrados e internacionalizados por gustos y modas ajenas.
          Con lo que estoy diciendo no estoy pregonando que el país esté cerrado al intercambio cultural, pero la Argentina es un país invadido, la extranjerización de la tierra se acrecienta; nuestros recursos minerales y del subsuelo pasaron a manos extranjeras, etcétera. Y el castigo es tan feroz y tan hipócrita que se termina con el cuento del commodity y aquellas variedades que son rentables a nivel internacional no solamente se las explotan, sino que se las venden en el mercado interno a los precios internacionales del commodity.
          Así se da la paradoja de que pagamos en la Argentina el kilo de arroz que exportamos a Italia igual que lo paga el italiano, y así podría seguir con la harina, el azúcar, etcétera. La diferencia está en que los salarios en la Argentina son dos o tres veces menores que los costos de producción de aquellas potencias.
          Con el cuento de los commodities se está produciendo una estafa feroz, que nos deja como saldo que hoy en día se coma menos, se coma peor, se coma más caro, y los mejores alimentos se vayan para la exportación.
          No podemos tratar todos estos temas en forma aislada de una gran reforma para el campo que contemple repoblar el campo, apoyando y sustentando toda la diversidad agropecuaria, pensando en el conjunto de los 330 mil productores agropecuarios y no solamente en quienes están en la Pampa Húmeda y producen cereales para la exportación.
          Por supuesto significa también parar la creciente monopolización de la tierra, sus desalojos, la extranjerización, y facilitar a los chacareros y a los campesinos poder volver a continuar con su actividad, sustentando y subsidiando todas las variedades de la agricultura que nosotros queremos que se sigan desarrollando. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Marta Maffei, diputada nacional con mandato cumplido.

Sra. Maffei.- Como planteaban otros compañeros, es una alegría que hayamos podido concretar una jornada. Habrá que hacer muchas más para dar un debate profundo sobre la soberanía alimentaria y los términos de la soberanía alimentaria que nosotros queremos defender y cuáles son los instrumentos legales, políticos, sociales y culturales que hacen a la construcción de la soberanía alimentaria.
          Desde ya hay muchas definiciones y distinta comprensiones sobre el tema. Los catedráticos, los trabajadores del campo, los trabajadores de la alimentación, los políticos tenemos definiciones diferentes. Personalmente creo que la definición más acertada de soberanía alimentaria es la que hace la Vía Campesina.
          La Vía Campesina introduce la idea de la soberanía alimentaria motivada por tres cuestiones básicas que obviamente no se han removido. La primera, porque estaban absolutamente excluidos en la Ronda de Uruguay en el año 93 de toda posibilidad de fijar una posición y de ser escuchados en materia de desarrollo alimentario. La segunda, por los terribles avances del neoliberalismo y la incorporación al proceso agrícola ganadero pero particularmente agrícola, de los grupos económicos que, desde la comercialización, venían distorsionando todas las etapas de la producción agrícola. Y la tercera, porque se planteaba la necesidad de volver a pensar una agricultura sustentable.
          Y así hacen una definición que para nosotros es significativa, que es el derecho que tienen los pueblos a definir sus propias estrategias sustentables en la producción, en la distribución y la comercialización de los alimentos, con base en la pequeña y mediana producción, con respeto a los saberes construidos por los pueblos en el desarrollo de la agricultura y de la ganadería y respetando obviamente las diversidades y las necesidades de los pueblos.
          Este planteo de soberanía alimentaria excede obviamente la definición de qué es soberanía y se plantea muy fuertemente en la totalidad del sistema alimentario, que va desde la producción, con todos los elementos que intervienen en la producción -el suelo, el agua, las semillas, los créditos, el trabajo, la energía, los seguros, etcétera-, el almacenamiento, la distribución y la comercialización de los alimentos, particularmente para que lleguen a quienes no llegan.
          Por supuesto esto incluye una fuerte lucha por la tenencia de la tierra, por la reforma agraria y particularmente por el trabajo decente del trabajador agrícola, del trabajador en la alimentación.
          Desde ya, la definición tiene muy en cuenta claramente la importancia que tiene en esta pérdida de la soberanía alimentaria, la introducción a través del dumping de una cantidad de alimentos baratos, que se introducen para destruir el mercado local y una vez que lo han logrado generan las políticas alimentarias y las políticas de producción y exportación de alimentos en virtud de los intereses económicos que nada tienen que ver con los intereses sociales y las necesidades y demandas de nutrición de la población.
          Por supuesto esto es una definición que contrasta fuertemente con el planteo que hace la FAO. Y en esto quiero ser categórica, porque está bien que haya ámbitos de discusión y de debate respecto de la alimentación y de la soberanía alimentaria. Ahora, la FAO se plantea la seguridad alimentaria y, en todo caso, el envío de alimentos cuando hay una necesidad alimentaria o alguna emergencia, pero no se plantea revertir las condiciones que han hecho que los trabajadores pierdan la posibilidad de definir qué clase de alimentos, para qué, cómo se distribuye y cómo se gana en la cadena de comercialización del alimento.
          Sí habla de la pobreza y pone el acento fuertemente a los gobiernos en la responsabilidad de modificar la pobreza, pero sigue insistiendo en que el problema alimentario se resuelve por dos vías: la generación de más alimento, es decir, ampliar la cantidad de alimento, como si fuera una cuestión de cantidad y no de distribución, y la democratización -según ellos- de la comercialización de los alimentos, que es por la vía de la Organización Mundial del Comercio. Para nosotros esto hace que el planteo sea insostenible, más allá de la verborragia alrededor de la seguridad alimentaria.
          Por supuesto esto viene arrastrando la definición de la famosa revolución verde, como ustedes recordarán, la mecanización de la producción, el regadío, los fertilizantes, los pesticidas, los herbicidas, la selección genética, que aparentemente iba a traer dos cuestiones básicas: que más cultivo produciría la clave de la distribución del alimento, y que el hambre estaba relacionado con la cantidad de alimentos.
          En realidad, los dos presupuestos de la revolución verde han demostrado ser erróneos. Está científicamente demostrado que los transgénicos no producen más. Hay muchísimas regiones donde el transgénico está por debajo en 10, 15 y hasta 25 por ciento de los viejos sistemas de producción tradicionales, así que no hay más producción. Lo que sí ha habido son sistemas ‑particularmente el desmonte‑ que han ampliado los espacios de cultivo, pero que no han mejorado el rendimiento del cultivo.

          Respecto del hecho de que la producción de más alimentos reduce el hambre, no tenemos más que mirar la República Argentina –un buen espejo para mirarse‑, que es excedentaria en la producción de alimentos, pero que tiene un 32 por ciento de sus niños con proceso de desnutrición de distinto grado. No es una cuestión de cantidad, sino de justicia social y de distribución.
          La causa principal de todo esto –si no es la única‑ es la intervención en todo el proceso agrícola-ganadero, en la producción, en el desafío de decidir qué especies se cultivan, cómo se comercializan, a dónde se mandan y cuáles son los sistemas de producción que se utilizan ‑como fertilizantes, pesticidas o agroquímicos‑ por parte de las transnacionales y de los grupos económicos. En los últimos años esto ha empeorado debido a las invasiones excedentarias del mundo financiero.
          Yo hice una lista de las cuestiones clave relacionadas con este tema. Por supuesto, el monopolio de las semillas y de los agroquímicos es un elemento clave y las tres empresas –Monsanto, Syngenta y Aventis‑ son la clave de este monopolio. También debe considerarse la mercantilización de todas las etapas. Es claro que el negocio alimentario involucra 800 millones de dólares anuales; no es un pequeño negocio sino un inmenso negocio en el que estamos involucrados absolutamente todos.
          Un tema que me parece muy incidental es el tema de los agroquímicos, pero también el tema de los agrocombustibles. Nosotros hemos entrado en un proceso en el cual enormes extensiones de tierra van dejando de ser sembradas para producir alimentos y son sembradas para producir cereales y oleaginosas con la única intencionalidad de generar biocombustible.
          A este respecto copié unas palabras de Fidel Castro –aunque no quiero hacerlos perder tiempo porque se sabe que va a estar en contra‑, pero él dice algo bastante interesante: antes discutíamos cómo íbamos a distribuir la riqueza de la tierra y ahora vamos a discutir si va a haber tierra. Esto es así porque el calentamiento global, la erosión y la desertificación lo que van a generar es que nos quedemos sin tierra. Y también dice que estos modelos son la eutanasia de los pobres. Esta frase me parece bien lograda, porque efectivamente es así. El mismo Banco Mundial plantea que la producción de combustibles es la responsable de la inflación en los precios de los alimentos.
          Como quiera que sea, la discusión es larga pero lo cierto es que los agrocombustibles han logrado reducir drásticamente las áreas sembradas con alimentos. En el año 1980, según la FAO, había un tercio de hectárea sembrada con alimentos por persona. En el año 2000, había un quinto de hectáreas sembradas con alimentos, y se espera que para el 2015 no llegue a ser una sexta parte de hectárea sembrada con alimentos.
          Hay una drástica reducción de las áreas cultivables que se utilizan para sembrar con alimentos, y en la República Argentina –derechos de exportación mediante, retenciones y todo lo demás‑ ni siquiera nuestra clave es la exportación del alimento primario, es decir, del alimento para las personas. Nosotros exportamos alimento para ganado; que les quede claro. Es decir que en esa otra trayectoria entre el ganado que come y el ganado que se vende, hay otra cadena de ganancia.
          En cuanto a la Argentina, todos sabemos que ocupa el lugar 180 en densidad poblacional y está en el séptimo lugar respecto de tierras disponibles. Por eso desde la CTA planteamos con toda claridad que el hambre en la República Argentina es un crimen, pero lo es porque no tener hambre y alimentarse es un derecho humano y todos los palos en la rueda para el ejercicio de ese derecho constituyen un delito. Por eso en la República Argentina el hambre es un crimen.
          La estructura agraria del país se desdibujó no solamente por la presencia de los grupos económicos sino también por el latifundio económico que avanzó con la soja transgénica por todos lados. Tengamos en cuenta que 360 mil propiedades rurales en manos de campesinos fueron abandonadas, vendidas, cedidas, entregadas, y los campesinos pasaron a aumentar el conurbano y su conflictividad. Pero la retirada del Estado de la República Argentina, el cierre y la disolución de los organismos de fiscalización –la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes y la Dirección Nacional del Azúcar‑ contribuyeron al desmantelamiento del modelo productivo en la República Argentina.
          Desde el año 2005 once grupos controlan la totalidad del mercado de la semilla. El 90 por ciento del producto agrícola que circula por el país está en manos de las transnacionales, que controlan el mercado, la tecnología, las patentes, los créditos y absolutamente todo.
          El sistema agroalimentario está decidido por esos grupos económicos de facto, porque no lo decide el gobierno, lo deciden los grupos económicos. Por supuesto, el impacto de la deuda externa habrá tenido que ver pero no es el único impacto sobre la Argentina.
          Para terminar, diré que creo que tenemos cosas para hacer. Hice un pequeño listado y, disculpen, pero lo voy a leer.
          Hay que avanzar en la reforma agraria integral que reconozca explícitamente el derecho del acceso a la tierra de los campesinos y de los indígenas con sus propias formas de propiedad comunitaria y con el manejo que ellos tienen de los sistemas colectivos de propiedad social.
          Hay que promover, apoyar y estimular un régimen tributario justo, que desgrave a la producción sustentable de la tierra y no a los monopolios y los grupos económicos.
          Hay que controlar y regular el uso eficaz del suelo, del agua y el saneamiento de la tierra.
          Hay que controlar y regular eficientemente los agrotóxicos. Circulan agrotóxicos en la República Argentina absolutamente prohibidos en el mundo y sin ningún control.
          Hay que ayudar a que la alimentación llegue efectivamente a las personas.
          No puedo creer las declaraciones de ayer del gobernador de Misiones que dijo que algún niño o algunos niños no recibían la ayuda alimentaria porque eran indocumentados.
          Hay que encontrar la forma para desplazar los mecanismos de mercado en la generación, circulación y distribución del alimento. Tiene que hacerse con participación social. Cuando hablamos de la soberanía no hablamos de la soberanía del gobierno, sino del Estado con la participación social para el control del alimento y su distribución.
          Hay que sostener la moratoria de los organismos genéticamente modificados. Hay que rechazar las semillas Terminator.
          Hay que buscar, desde lo social, sostener y apoyar a los pequeños productores.
          Hay que desarrollar el medio social en el campo. La gente no se queda en el campo si no hay desarrollo social, y el desarrollo social es educación, es salud, es la forma concreta de organización social que permite la comercialización y distribución desde ese mismo lugar.
          Hay que proteger al trabajador agrícola. Dicen que hay mil millones de hambrientos y –algún sector- que hemos superado esa cifra. Sin embargo, quinientos mil  son trabajadores de la alimentación. Y es raro encontrar un trabajador más explotado, un trabajador más sometido y más excluido del derecho de alimento que el propio trabajador agrícola.
          Hay que estimular la producción y la distribución directa y local de la mayoría de los alimentos.
          Hay que proteger con etiquetados la distribución de alimento seguro. El Estado no puede distribuir cuotas alimentarias de alimentos transgénicos. Hay que poner una barrera. Si se fabrican los transgénicos, el Estado no los puede comprar ni distribuir.
          Hay que fomentar y estimular la investigación científica y tecnológica alrededor de estas necesidades y no de las necesidades de los grupos económicos.           
          Las universidades y muchos centros de investigación trabajan para favorecer los productos, los procesos, la tecnología y los sistemas que favorecen las ganancias de los grupos económicos y no la soberanía alimentaria de nuestros pueblos.
          Hay que introducir un capítulo en la educación pública profunda, en todos los años, de todo el sistema de la educación, para la alimentación.
         
          No puede ser un capítulo ausente de la educación pública. Me refiero a la educación para la alimentación y las formas de contrarrestar los escollos que ponen los grupos económicos.
          Creo que la soberanía alimentaria está absolutamente ligada a la justicia social, a la eliminación de la pobreza, a la democratización concreta de las formas de participación social, a la lucha de los derechos laborales, de los migrantes y de las mujeres. Está en contra del racismo y por la soberanía de todos los pueblos. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el señor diputado Macaluse.

Sr. Macaluse.- A mí me toca cantar después de Goyeneche y de Mercedes Sosa. (Risas.)
          Por un lado, es una responsabilidad y por otra parte me sirve para apoyar parte de lo que voy a decir respecto de algunos puntos sobre los que pienso que deberíamos trabajar siempre basándome en el marco que anticiparon los diputados Parada, Cardelli y Pino Solanas, así como también lo que desarrolló Marta Maffei con minucias, en algunos casos.
          Es la primera vez en la historia en que el mundo produce más alimentos que los necesarios para proveer al conjunto de la población. Por lo tanto, no debiera haber hambre. Sin embargo, hay una sexta parte de la población que no puede acceder al alimento básico y esencial. Asimismo, debo decir que el alimento es el primer medicamento.
          Por lo tanto, cuando nosotros tomamos el problema de la seguridad alimentaria estamos hablando sobre casi todos los temas que hacen al sistema capitalista y que muestran que dentro de dicho sistema es muy difícil –casi imposible- resolver esta situación.
          Situaría este tema en un marco que excede lo regional y lo nacional, aunque creo que tiene que haber estrategias claras desde el punto de vista nacional y sobre todo desde el punto de vista de la región latinoamericana. Es muy difícil resolver esto en el marco local.
          Un problema fundamental es el tema de la concentración. Cuando vemos todas las áreas, el problema de la concentración es algo fundamental en todas las áreas que podemos revisar. En todas ellas tomamos el tema de la seguridad alimentaria.
          Asimismo, otro tema a tomar es el de la tierra. Me refiero a la tenencia. Existe en la Argentina, y en el resto del mundo, una concentración y una doble extranjerización. Por un lado –y entre comillas- los grupos nacionales, propietarios de buena parte de la tierra se van convirtiendo cada vez más en grupos extranjeros. Por el otro lado, la compra directa por parte de grupos extranjeros. A veces se sospecha de hombres de paja de gobiernos extranjeros que compran tierras en lugares donde los recursos naturales son estratégicos.
          Dentro del tema de la tierra debemos tener en cuenta el uso racional de la misma. Y acá vemos el tema de la manipulación genética, el uso de agroquímicos, la falta de rotación de la siembra. Es imprescindible que exista una estrategia del Estado alrededor de este tema estimulando otro tipo de producción.
          Además, tenemos el tema del acceso para el pequeño y mediano productor, que van siendo desalojados cada vez más rápidamente. Cuanto menor es su poder adquisitivo y su nivel dentro de la escala social, más rápidamente son desalojados. Me refiero a los grupos originarios que son despedidos a los tiros o porque se les incendia la casa, como es el caso de Santiago del Estero, Salta o Jujuy, donde se reciben denuncias cotidianas a las que sumamos a las provincias de Formosa y Chaco.
          Y esto les sucede a los pequeños y medianos productores a los que se les hace más rentable el arrendamiento de la tierra e irse a vivir a las ciudades que sostenerse en la producción.
          Esto atraviesa también el uso cultural y el uso ancestral de la tierra, que es otro problema a resolver en la Argentina.
          Ahí hay una serie de instrumentos que se comenzaron a debatir en el Congreso hace un par de años, como la ley de arrendamiento, la ley de propiedades extranjeras, la ley de extranjerización de la tierra y una ley de seguridad alimentaria. Estos son instrumentos importantes para poder resolver este tema o ayudar a resolverlo, porque creo que esto va a resolverse a escala planetaria y a escala regional y no en un solo país.
          El tema de la producción también es un tema que hay que ver y abordar.
          Nosotros creemos que tendríamos que trabajar en un estímulo del desarrollo local a través de una fuerte injerencia del Estado, con subsidios que fomenten el uso raciona de la tierra, el uso a escala mediana de la tierra y el estímulo al mayor valor agregado, y no que evite la exportación de materias primas sin ningún tipo de valor.
          Una estrategia del Estado ayudaría a una distribución demográfica a una escala más humana y más racional, permitiendo y estimulando la redistribución de mucha gente que se ha concentrado alrededor de las grandes ciudades, no por decisión propia, sino empujados por la falta de empleo o por los problemas sociales y económicos.
          La producción también tiene que ver con la comercialización y distribución porque se generan integraciones verticales de grandes grupos económicos que son los que terminan definiendo -desde la siembra hasta su exportación- la forma de producción, los tiempos y los precios. Son los grandes jugadores que terminan orientando qué se produce y qué no, definiendo ellos mismos desde el mercado. En realidad son seis o siete grandes empresas que tienen este tipo de integración y el Estado, hasta ahora y a pesar de los discursos supuestamente progresistas, no ha hecho ningún tipo de intervención para evitar que se produzca este tipo de concentración en lo horizontal y en lo vertical.
          El tema de los biocombustibles agrava este problema. Compartimos que hay que salir de la matriz dependiente de los hidrocarburos de recursos no renovables e ir hacia una matriz más equilibrada, fomentando las energías alternativas que no se crucen con la producción alimentaria. Incluso hay cultivos que no son comestibles, que el Estado tendría que estipular, para que se desarrollaran de esa forma.
          El otro tema es el de la distribución, donde también volvemos a encontrar una concentración muy fuerte y una oligopolización -en algunos casos monopolización-, precios cartelizados y el hecho de que las exportaciones las definen empresas privadas y no el Estado.
          El Estado argentino no es el que exporta. Las que exportan son seis o siete empresas, que además tienen su puerto privado, a los que no se les controla nada y no pagan impuestos.
          Recordemos que en la provincia de Santa Fe el gobierno intentó establecer un nuevo marco impositivo para evitar que estos puertos privados y estas empresas privadas queden exentos, y el oficialismo nacional, que es oposición en la provincia de Santa Fe, volteó incluso hasta esa cuestión mínima de control sobre el uso de los puertos y sobre la necesidad de distribuir mejor las cargas impositivas.
          Nosotros creemos que ahí se puede trabajar fuertemente en la nacionalización del comercio, en la reinstauración de juntas nacionales de granos y de carnes que intervengan y arbitren en la comercialización, evitando que el que tenga escala imponga las condiciones al pequeño y mediano productor, y que además haya un control más racional de lo que se exporta y de lo que no se exporta, y que la definición de seguridad alimentaria tenga algún sustento después en la realidad. Porque si no hay juntas nacionales de estas producciones que están ligadas con lo alimentario y si no hay una nacionalización o por lo menos una mínima intervención en las exportaciones, es imposible que esto se pueda dar, más allá de los discursos, que quedarán muy lindos pero que después no producen absolutamente nada en lo concreto.
          Aquí nosotros estamos frente a intereses contrapuestos, intereses económicos muy fuertes, y para esto debería darse una estrategia del Estado. Es fácil plantear esto pero es muy difícil aplicarlo, pero deberíamos tener una estrategia estatal para generar un control, una distribución más equitativa de los recursos y permitir el acceso a la alimentación de los vastos sectores de la población que hoy no acceden a ella. Para ello es imprescindible tener una estrategia de alianzas y los pequeños y medianos productores, así como los productores familiares, deben ser inexcusables aliados del Estado.
          Ahora bien, en los libros y en la teoría uno encuentra fácil la posibilidad de las alianzas, pero es muy difícil encontrarlas en lo concreto porque hay pequeños y medianos productores que utilizan agrotóxicos y no quieren ni oír hablar de otras cosas; que no rotan los suelos, que quieren capturar todo lo que puedan de la rentabilidad.
          Y ahí debería haber una búsqueda de un consenso muy amplio en términos de un nuevo sentido común, donde es imprescindible también tejer alianzas con los sectores medios de la población, con la clase media que, como hemos visto en el conflicto agrario, se ha visto refractaria a la intervención del Estado.
          Me parece que en general esto se dio porque hubo una estrategia errónea por parte de quienes gobernaban, porque en realidad si uno corta el conflicto, a quienes se debe dejar fuera es a los grandes productores, los grandes exportadores, y meter en una estrategia común a los sectores más vastos de los productores, sabiendo que ahí va a haber fuertes contradicciones y que ahí va a haber que trabajar mucho, porque estas contradicciones se van a dar en cada uno de los temas que nosotros hemos mencionado.
          Pero para nosotros es inviable una estrategia que empuje a los sectores medios y a los pequeños y medianos productores del otro lado.
          Es imprescindible tener y discutir una estrategia donde el Estado realmente pueda utilizar estos instrumentos de arbitraje con algún tipo de éxito operativamente en la realidad.
          Para nosotros esta es una cuestión política vital a discutir, donde a veces nos ponemos de acuerdo en todos los otros temas, pero no en este en particular, acerca de a qué alianzas vamos a echar mano o cuáles van a ser las contradicciones.
          Y eso también implica cuáles van a ser los tiempos para aplicar esto, porque esas contradicciones tendrán que ser resueltas con mucho debate, con mucha discusión, con mucha información. Hasta ahora es muy difícil hacerlo porque los proveedores de información son los grandes exportadores, los grandes jugadores del mercado. El Estado muchas veces ha estado ausente y nosotros tenemos acceso a pequeñas capas de la población, no tenemos un acceso masivo al conjunto de los productores.
          Este es un punto que lo planteo provocativamente porque sé que hasta entre los que estamos aquí sentados puede generar contradicciones, pero es un tema que tenemos que abordar porque a estos grupos concentrados, o les jugamos con todo lo que hay, que implica incluir al pequeño y mediano productor, o vamos a una probable derrota casi a plazo fijo.
          Por eso señalo este tema como uno de los prioritarios para que podamos darnos una discusión, no sólo en una mesa donde nos podamos poner fácilmente de acuerdo sino ir instaurando un sentido común que tiene que ser abarcativo de muchos que a lo mejor cuando hoy se escuchan estas temáticas uno los ve del otro lado del mostrador. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Sol Triano.

Sra. Triano.- Antes de que abramos la lista de oradores a todas las organizaciones y a los especialistas que están hoy en esta audiencia, queremos presentar a la mesa de trabajo de soberanía alimentaria que hoy está coordinando este encuentro.
          La mesa de soberanía alimentaria de Masa al Sur empezó a trabajar este año y surgió de la constatación de muchos de nosotros, investigadores sociales y militantes, de que era necesario generar un espacio permanente, orgánico de discusión, de debate, para plantearnos acciones en torno de la soberanía alimentaria. Así es como a lo largo de este año estuvimos haciendo nuestras propias pesquisas, también consultando muchos especialistas y empezando a tomar contacto con organizaciones sociales, con distintos proyectos que se encuadran dentro de la soberanía alimentaria, asociaciones de pequeños productores, cooperativas, redes de comercio justo.
          Y de este pequeño recorrido que empezó como mesa de trabajo este año, claramente decanta algo que ya se empezó a decir aquí en la audiencia, que es que estamos muy lejos de un modelo bajo el paradigma de la soberanía alimentaria, pero que podemos pensar un futuro posible si empezamos hoy ya a dar la discusión y a plantear reflexiones en torno de este tema.
          Simplemente queremos saludar a todos los presentes en esta audiencia. Estamos muy satisfechos del arco plural que está hoy aquí presente. Pensamos que esto simplemente puede ser el comienzo de algo más orgánico, en el camino de empezar a trabajar hacia una nueva institucionalidad. Este espacio ya está hablando de nueva institucionalidad, donde estamos sentados organizaciones de trabajadores, organizaciones sociales, especialistas, diputadas y diputados.
          Así que esperamos que esto tenga continuidad y de parte de nuestra mesa de trabajo manifiesto nuestro compromiso de que vamos a hacer todo lo que podamos desde nuestro lugar para dar organicidad a estos encuentros. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Norma Giarraca, del Grupo de Estudios Rurales Instituto Gino Germani de la  UBA.

Sra. Giarraca.- Agradecemos la invitación. Para mí también es un placer y un honor estar discutiendo en la casa de la democracia, en el Congreso de la Nación, un tema tan caro y tan querido para muchos de nosotros que hace ya muchos años que venimos siguiendo esta problemática y que no pasábamos de encontrarnos en los institutos de las universidades o en alguna escuela de por ahí algún sábado a la tarde.

          Estar hoy en el Congreso de la Nación es un avance que debemos a los diputados que están trabajando para que esto ocurra. La señora Marta Maffei hizo un muy buen recorrido de la definición de soberanía alimentaria de Vía Campesina, que es una organización internacional de los campesinos del mundo. Tal vez esta sea una de las primeras organizaciones internacionales que se oponen al neoliberalismo con principios muy simples pero contundentes, que dan como una especie de estocada al corazón del neoliberalismo, participan en todas las protestas antiglobalización de fines de los 90 y son las fundadoras del Foro Social Mundial a partir del año 2001.
          La señora Maffei nos trajo una definición en la que básicamente se marca la idea de soberanía alimentaria como derecho de los pueblos a poder determinar soberanamente tanto la producción alimentaria rural, la pesquera, la comercialización, las formas de consumo, etcétera. Podríamos agregar también para ver algunos elementos muy importantes de este concepto una definición que hace Vía Campesina, que dice así: “La soberanía alimentaria es una política agroalimentaria soberana para el acceso irrestricto a la alimentación de una sociedad o de un conjunto social.”
          De esta corta definición quiero marcar dos conceptos. Por un lado, lo soberano, es decir, se trata de una definición apolítica soberana y soberana quiere decir autónoma de decisión política de un grupo, una comunidad o una Nación. Por otro lado, es muy importante el aspecto del acceso irrestricto a la alimentación. En tal sentido, Vida Campesina marca su posición en la negación a la idea de que la alimentación es un problema de producción o de cantidad de alimentos producidos en el mundo. Lo que Vía Campesina pone sobre el tapete es esta idea –que también es la del Premio Nobel otorgado a Amartya Sen‑ del acceso irrestricto a la alimentación.
          Si nosotros pensamos en este concepto, tenemos que pensar –y también otro tanto respecto de la cuestión de la soberanía‑ varias cosas que se encuentran alrededor de esta idea, toda vez que queramos tomarla como objetivo para políticas que pensemos entre todos. En primer lugar, debemos tener en cuenta la democratización de las decisiones. Se trata de decisiones soberanas de políticas públicas respecto de las cuales existen muchas formas para tomarlas. Lo que se plantea desde Vía Campesina es la democratización en la toma de decisiones, esto es, que las decisiones sean realizadas según los distintos niveles de los conjuntos sociales desde las formas asamblearias de una comunidad campesina hasta las formas de participación directa democrática en el caso de organizaciones sociales de estados naciones.
          Pero además de la democratización de la toma de decisiones, yo pondría otras democratizaciones importantes que son imprescindibles si queremos pensar la problemática y tematizarla. Una de ellas es la democratización del acceso a la tierra. Este es un problema que marcaron los diputados que es fundamental y que vamos a ver un poco después. En segundo lugar, la democratización en la elección de los modos de producción.
          Esto es importante. Fíjense que la cultura neoliberal, que es la que permeó la economía, la sociedad, la educación, la política, etcétera, puede ser muy expansiva en las diferenciaciones en relación con cuestiones sociales, de género, étnico, etcétera, pero es tremendamente autoritaria en la cuestión de la producción.
          Si hay algo que caracteriza a la cultura neoliberal económica es esta idea de que hay una sola forma de producir, que es la que debe bajarse a los Estados nacionales para generar políticas públicas para que se vaya en esa dirección, y es la del gran mercado globalizado. Nosotros diríamos también que son decisiones de la geopolítica internacional hacia nuestros países.
          En el modo de producción, entonces, es donde se nos presenta realmente un problema que ya lo marcaron los diputados.
          Fíjense ustedes que históricamente si hablamos de la producción de alimentos estamos hablando de diez mil años de historia de la humanidad. Es decir desde que el hombre se asentó en la Europa central para empezar a producir granos, ya que antes era recolector.
          Estamos hablando de diez mil años de la historia de la humanidad en producción de alimentos, y realmente podemos hablar de muchas formas de producir alimentos, pero lo vamos a tratar de circunscribir en nuestra América Latina y básicamente a la Argentina.
          Vía Campesina, aunque no sólo habla de la forma de producción de los campesinos, se refiere básicamente a la forma campesina de producción de alimentos, que no es una sola. No es la que viene desde hace diez mil años. Tiene una dinámica de cambio y de adaptación en la historia.
          Las economías y las sociedades campesinas son las que han mostrado mayor capacidad de adaptación a distintas condiciones históricas a lo largo del tiempo.
          En los últimos años hay una decisión de formas campesinas en América Latina y en Vía Campesina de tender a la agroecología, aunque no se hace estrictamente. Es decir, volver a las formas de mayor cuidado de los elementos genéticos y de los bienes comunes para la producción, como la tierra, el agua, el aire y las semillas.
          Una de las propuestas de Vía es la de declarar como patrimonio de la humanidad a la semilla, como un elemento importantísimo para nosotros y para las próximas generaciones.
          En la Argentina hay producción campesina. No es una producción campesina que tenga la tradición histórica de Los Andes o de México, por ejemplo, pero sí hay una tradición campesina que está resignificada en los últimos años y una decisión de introducir alimentos por un lado y producirlos de determinada manera, por el otro.
          Es una decisión comunitaria y política, porque muchas de esas comunidades están asentadas en tierras donde podrían plantar soja, pero hacen alimentos.
          Una segunda forma de producción de alimentos, que es más importante históricamente en la Argentina, es la del productor familiar capitalista pequeño y mediano.
          Esto tiene algunas diferencias con la producción campesina. Tienen algo en común, que es la utilización de mano de obra familiar y la intensificación del recurso mano de obra. Pero la diferencia es la aplicación de elementos capitalistas donde se han ido asentando estas organizaciones y han ido de alguna forma adaptándose a las condiciones agronómicas y técnicas de determinadas visiones.
          La Argentina tiene una larga tradición chacarera –farmer,  en la biografía anglosajona- de producción de alimentos. Los grandes productores de alimentos en la Argentina fueron los chacareros, los gringos, que a través de los planes de colonización se asentaron en distintas regiones del país, produciendo distintos productos alimentarios según sus culturas de origen.

Tenemos el caso de los italianos que se fueron a Mendoza a producir vid; a los gringos que partieron para Santa Fe y el norte de la provincia de Buenos Aires a producir maíz y trigo; españoles, árabes y algunos italianos que fueron a producir fruticultura al Alto Valle de Río Negro. En la Argentina había grandes regiones de producción de alimentos en manos de esta mediana y pequeña producción capitalista, que tenían algunos de esos componentes en dicha producción.
          ¿Cuáles eran esos elementos capitalistas? Por un lado, los agroquímicos –como dije hace poco en esta misma sala- hasta los años 1928 y 1930 no aparecen en la producción agraria argentina. Recién, a partir del 30, hay utilización de agroquímicos en la Argentina.
          Existían desarrollos, tanto del manejo agronómico y de la pequeña ganadería, y –por el otro lado- lo relativo a la maquinaria agrícola. Hubo un desarrollo técnico importante con mucha capacidad propia de la República Argentina para desarrollar toda una serie de maquinarias que le permitieran a estos colonos o chacareros producir con más rapidez acortando y adecuando de alguna manera los ciclos a las condiciones agronómicas de las regiones para producir alimentos.
          Este modo de producción, que quizás es el más arraigado en la agricultura argentina, tuvo muchos cambios. De no tener agroquímicos, en el 30 empezaron a tener mil litros de agroquímicos, en los años 40 andaban por los 300 mil litros de agroquímicos hasta llegar hoy –que no es el modelo chacarero- a los 270 millones de litros.
          Hubo cambios muy importantes; tal vez no un cambio cuantitativo sino cualitativo. Se da a partir de los 70 donde se van preparando las condiciones para que en los años 90 se imponga el nuevo modelo de producción agraria proveniente de los centros internacionales y de la geopolítica internacional para la Argentina: el del agro-negocio.
          Nosotros creemos que el modelo del agro negocio es la soja nada más. Pero la soja es el paradigma. El paradigma del modelo del agro negocio es el sojero. Es una lógica económica que se va imponiendo no solamente para la soja sino también para las otras producciones. También, desgraciadamente, para producciones muy tradicionales de las regiones cordilleranas como, por ejemplo, la producción de aceitunas con los llamados diferimientos impositivos donde se tiene el capital financiero, una determinada tecnología, un uso terrible del agua para producir mucho más olivos y aceitunas de los que se producían habitualmente para la exportación.
          Este modelo del agro negocio es con el que lamentablemente nos encontramos mayoritariamente hoy. No tenemos que pensar que toda la producción alimentaria en la Argentina está en manos del agro negocio. Todavía no, pero es importante. Mayoritariamente, la producción del agro negocio la vamos a diferenciar de esta producción de alimentos o procesos por ciertas características.
          Estas características son, en primer lugar, que  necesita una concentración de tierras para una tecnología que requiere grandes escalas de producción. No necesita agricultores y emplea muy poca mano de obra. En todo caso necesita tercerización de la mano de obra y muchos insumos, es decir, mucho capital.
          En segundo lugar se orienta para el mercado externo, los famosos commodities, que son vistos sólo como valor de cambio cuando el alimento es un valor de uso -como diría Miguel Teubal, a quien tengo a mi izquierda.
          Sin embargo, a partir de los commodities, el alimento toma casi exclusivamente el sentido y la concepción de valor de cambio.
          En tercer lugar, necesita bajar costos para aumentar no sólo las ganancias sino las fabulosas rentas diferenciales de escala internacional que reciben estos commodities, que se apropian.
          El modo familiar de la agricultura de la producción de alimentos, lo que llamo agricultura de procesos o de alimentos, tenía una serie de condiciones y de instituciones que permitían que estas producciones coexistieran con la gran producción agraria y la gran producción ganadera. Es decir, la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, las direcciones y por otro lado el INTA.
          El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de los años de la agricultura del proceso cumplió una importante función. He conocido científicos del campo agronómico con una dedicación y una especialidad para que la producción de alimentos fuera buena, sana y que los productores no se pasaran de agroquímicos o pudieran hacer adaptación de tecnologías. Algo, que seguramente en el INTA actual, ya no existe.
          No quiero terminar mi exposición sin definir que en realidad me llamó mucho la atención cuando la presidenta anunció el Programa Estratégico Agroalimentario Nacional.
          Primero leí lo que la presidenta dijo en su alocución. Me quedé con la idea de que era un proyecto que iba a ser humanista, nacional y popular. Escribí unas líneas reflexionando sobre eso y de alguna manera celebrando la idea de que fuera así y que estuviéramos pensando en un programa alimentario que tuviese esas características.
          Para esta reunión me tomé el trabajo de leer las 140 páginas del Programa Estratégico Agroalimentario Nacional. Tengo poco tiempo para hablar de él, pero lo que les quiero decir es que, a diferencia de lo que dije antes, la definición del Plan Agroalimentario Nacional pone el acento básicamente en la cuestión del desarrollo, es decir de la mayor producción -igual ponen la palabra “sustentable”, porque ahora todos la ponemos-, y también en la idea de generar una mayor riqueza del valor agregado.
          Se habla de justicia, equidad y demás, pero no encontré la cuestión del problema del acceso a la alimentación. Algo que hubiese llevado a las personas que hicieron este plan a preguntarse cómo es posible plantearse el acceso a la provisión alimentaria en este marco de producción nacional, en este régimen social de producción que tenemos en este momento.
          El programa es muy abstracto y teórico. Tiene un vocabulario y una concepción a la que yo no estoy acostumbrada. Me refiero a esa mezcla de informes de los técnicos con pretensiones académicas, con muchos cuadritos sobre la participación estratégica y la definición de los actores, cuando la cuestión de la alimentación es algo tremendamente simple.
          Miguel y yo estudiamos en la Argentina cuando sacaron el sistema agroalimentario nacional, y lo conocimos bien, incluso interaccionamos con el creador de la CONASUPO en México.
          Si nosotros quisiéramos realmente acercarnos a un programa agroalimentario, ese dinero que se gastó en estos consultores, que seguramente fue mucho, se hubiese podido gastar en hacer un primer diagnóstico de lo que tenemos.
          Para ello, lo primero que hay que hacer es tener un diagnóstico de las cadenas del sistema agroalimentario más importantes. Muchos están hechos por las universidades nacionales. Tal vez haya que actualizar los datos, pero una vez que tenemos las cadenas agroalimentarias más importantes del sistema productivo podemos tener un diagnóstico acerca de qué es lo que pasa, cuáles son los núcleos de poder, quiénes son los que están en el sistema agrario determinando qué producir, etcétera.
          Y también debe plantearse el resto de las cadenas, porque aquí no sólo hay un problema de concentración de tierra y concentración de riqueza y concentración en el sistema agrario sino que hubo, por un lado, una extranjerización en las cadenas de producción industrial de alimentos. Desde el 80 en adelante, incluso antes que el modelo sojero, hubo una transnacionalización de la cadena industrial de alimentos.
          Otra cuestión tremendamente importante que habría que diagnosticar y analizar es el sistema del supermercadismo. Como ya se dijo en esta audiencia, muchas veces esas grandes empresas, que son las que fijan qué, cuánto y hacia dónde producir, a veces no son empresas industriales sino los propios grandes supermercados.
          Entonces, me parece que lamentablemente el gobierno empezó mal y habría que hacerle llegar este mensaje. En vez de gastar tanto dinero en estos informes absolutamente teóricos y abstractos, llenos de flechitas con respecto a la participación y la definición de los actores, para algo tan básico y donde el hombre tiene tantos saberes y tanta tradición como es la producción y el reparto de los alimentos, hay que empezar por las cosas básicas. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- La verdad que son muchos los inscriptos, por suerte, porque esto demuestra que hay mucha necesidad de debate, pero esto nos hace tener que ser un poco más estrictos con los tiempos de lo que pensábamos.
          Habíamos planteado un tiempo de cinco minutos como máximo para cada exposición; pensábamos poder ser más flexibles en tanto y en cuanto no hubiera tantos inscriptos. La verdad que son muchos, así que pedimos que haya un marco y pongamos algún tipo de límite porque de lo contrario vamos a pasarnos toda la noche aquí.
          Tiene la palabra Enrique Mamani, de la Cátedra Libre Americanista COMPA.

Sr. Mamani.- Pertenezco a la Cátedra Libre Americanista y también a ORCOPO, Organización de las Comunidades de los Pueblos Originarios.
          He estado escuchando la participación de los hermanos o de los compañeros -como ustedes quieran llamarlos- y me parece que dentro de esto hay posiciones tomadas de lo que sería una cultura occidental.
          Nosotros, desde los pueblos originarios tenemos una visión totalmente diferente de lo que es la soberanía alimentaria. Nosotros hablamos de soberanía cultural, porque las culturas pueden decidir de qué manera alimentarse de acuerdo a la práctica de su cultura.
          Escuché que la alimentación es un problema de hace 10 mil años, y en este continente hace más de 20 mil años que vivían en forma equilibrada con el alimento y no había hambre. Hasta que llegaron los españoles se vivía de esa manera. De hecho, los españoles salvaron el hambre gracias a este continente y a esas culturas y prácticas milenarias de lo que tiene que ver con la agricultura y la alimentación.
          Por otra parte, pensar que los granos tienen que ser patrimonio de la humanidad también es una aberración para los pueblos originarios, porque estos no se creen absolutamente nada superior, y los granos son patrimonio de la naturaleza porque nosotros somos naturaleza.
          Por otra parte, cuando nosotros pensamos en cómo vamos a empezar a trabajar con todos los aspectos políticos tenemos que empezar a entender que los pueblos originarios tienen una posición política tomada dentro de este sistema y dentro de este Estado. Esa posición política no tiene absolutamente nada que ver con una cultura occidental sino que tiene que ver con una cuestión del respeto de la tierra y con un respeto a todo lo que tiene que ver con el medio ambiente.
          Por ahí escuché que se habían muerto de hambre  hermanos guaraníes de Misiones. Hace unos años atrás vinieron unos hermanos del Chaco y decían que para lo único que necesitan de la selva es para que sea su alacena, su mercado, su farmacia, y que para eso lo que tenían que hacer era protegerla, cuidarla y no depredarla.
          Indudablemente, eso es lo que no se aprendió desde este Estado. Lo que no se aprendió es que los pueblos originarios tienen saberes milenarios y hasta que llegaron los europeos nunca hubo un agua contaminada, un cerro volado o un hermano que se muriera de hambre.
          Cuando hablamos de autonomía o soberanía alimentaria tenemos que empezar a entender que hoy en este territorio del Estado nacional hay 500 conflictos con pueblos originarios. Esos conflictos existen a pesar de que hay leyes como la 26.160, que es la de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras de las comunidades indígenas originarias del país, que impide todo tipo de desalojo, pero que no se cumple.
          Digo esto para que tengamos en cuenta qué significa pueblos originarios aquí en este Estado. El 60 por ciento de esta sociedad tiene sangre originaria. No lo digo yo sino que lo dicen los estudios. El hecho de que nos hayan invisibilizado es una cuestión del Estado, del sistema, del gobierno y de este país desde que se construyó. No es una elección nuestra. Este 60 por ciento que tiene –tenemos‑ sangre indígena no tiene voz ni voto dentro del Congreso. Este 60 por ciento no tiene una posición política dentro del Estado nacional ni en toda Latinoamérica. Tal vez desde Evo Morales y el actual presidente de Ecuador hay una participación más activa, pero nosotros en este Estado no tenemos ningún tipo de participación.
          Por otro lado, entender qué significa soberanía sería como empezar a entender que para los pueblos originarios no se puede pensar en trabajar en forma separada de nuestra madre tierra. Nosotros tenemos que trabajar en forma conjunta porque es la única forma en que vamos a tener un futuro.
          Asimismo, pensar en la soberanía alimentaria significa pensar en toda expresión de vida. Sería egoísta de mi parte pensar que si yo tengo la soberanía alimentaria y tengo mi futuro alimentario asegurado, y el de mis hijos y el de mis nietos, está todo resuelto, porque tal vez lo que come el animal no está asegurado, y de lo que se alimentan las plantas no está asegurado, porque somos nosotros los que depredamos, y nosotros actuamos de acuerdo a lo que nos parece que es el bien para la humanidad, desvinculando a la humanidad de la naturaleza. Por eso tenemos que ser muy cautos cuando hablamos de soberanía.
          Escuché recién la cantidad de millones de dólares que se gastan en agroquímicos, lo que se gasta en los grandes negocios, y me parece que estamos cometiendo el error de no entender que lamentablemente todas estas cantidades provienen del capitalismo, no de los hermanos de los pueblos originarios, ni de los campesinos o de los pequeños trabajadores.
          Son ellos los que ponen estas cifras. Nosotros vamos detrás de estas cifras, cuando en realidad es mucho más sencillo entender qué es lo que significa soberanía alimentaria: significa que cada uno de nosotros, que vive sobre la tierra, tenga la posibilidad de comer, tenga la posibilidad de alimentarse, de ser feliz y de ser libre. Eso es soberanía cultural y alimentaria. Eso es lo que tenemos que buscar cada uno de los que vivimos sobre la Tierra.
          Porque si nosotros nos aislamos, de alguna manera también estaríamos siendo egoístas con el resto de los que habitan sobre este planeta. Nosotros hablamos de la Pachamama, hablamos del Cosmos, y la Pachamama es una sola y el Cosmos es uno solo. Lo que tenemos que entender es que tenemos que buscar un equilibrio para poder seguir manteniendo un futuro para todos.
          Hay muchas cosas que pasan con los pueblos originarios en este territorio. Creo que aquí está presente una hermana de Salta que también podrá agregar su visión.
          Quisiera que ustedes vean lo que se hace con el argumento de que tenemos que producir alimentos. Se aniquilan montes y montes que son milenarios. Eso es lo que hace este Estado. Siempre hablan de la soberanía alimentaria y de lo mejor para la humanidad, y en realidad lo único que hacen es interpretar lo que es mejor para el capitalismo.

          Los pueblos originarios tenemos totalmente en claro que si no destruimos el capitalismo, no podremos tener una soberanía alimentaria asegurada. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Miryam Sorban.

Sra. Sorban.- Celebro estar acá, celebro la invitación de la señora diputada Liliana Parada y celebro su consecuencia detrás de este problema, que viene planteando desde sus luchas en la Legislatura de la Ciudad por el derecho humano a la alimentación.
          Celebro también encontrarme con algunas personalidades del nivel, la jerarquía y la consecuencia de Miguel Teubal, porque fue una de las figuras relevantes de este país ya que cuando todos cajonearon las palabras “reforma agraria” o las consideraron socializantes o como fuera, él mantuvo las banderas en alto y permanentemente a lo largo de su larga vida y de su lucha planteó la reforma agraria como una necesidad incuestionable para resolver los problemas que hoy están planteados acá.
          Uno anda recorriendo el país y se encuentra con algunas cosas que son algo más que anécdotas y síntomas, que sí están dando más de un diagnóstico, de los que nos sobran. Diagnósticos nosotros tenemos muchos pero el tema es cómo coordinamos y elaboramos las propuestas. Cuando uno va a dar una charla en una jornada de educación alimentaria en Tucumán recibe la felicitación de la ministra de Educación, que le dice: “Me alegro enormemente de que trabajen en la educación alimentaria porque ustedes van a poder enseñar a nuestro pueblo a comer arándanos”. (Risas.) Todavía no los conocemos ni sabemos qué son; es la producción para la exportación. Estos son los síntomas.
          Después uno pasa por Mendoza y le dicen que se están desmontando los olivos porque ahora se les ocurrió que era más redituable producir otra cosa; y producir para hacer el “vitel toné” –los años me impiden que me acuerde y es la rabia que tengo‑ es producir alcaparras. Así como producimos aceitunas, ahora producimos alcaparras; si alguien conoce las alcaparras, por favor, me las presenta.
          Uno también va a Entre Ríos y se encuentra con las formas más terribles de explotación de los trabajadores del campo, como cuando antes eran traídos como ganado en carro y hoy son trasladados en grandes colectivos o camiones. Y allí están los campesinos de Santiago del Estero para levantar los cítricos que hacen honor al litoral y plantar también arándanos.
          Y si vamos a Río Negro, nos encontramos con que vamos a vender 200 mil hectáreas a los chinos para que cultiven soja en el Valle Medio del Río Negro; que me apuntan que ahora son 320 mil hectáreas. Y uno también escucha que en el Chaco están hablando con los Emiratos Árabes y que Qatar quiere venir a producir a nuestro país; todos quieren venir a producir acá. ¿Y nosotros? Nosotros tenemos más de 200 muertes por desnutrición en Misiones, cuando hace muchos años Tejada Gómez decía: “No dormir esta noche si hay un niño en la calle; más aún si hay un niño muerto”.
          Además, uno escucha ciertas cosas y ve algunos de los proyectos elaborados en el tiempo del neoliberalismo en esta Cámara. Ustedes recordarán la campaña: “El hambre más urgente”. Quien auspiciaba esa campaña hoy es un caracterizado dirigente político de una corriente que preferiría que no esté acá –seguro que no lo está‑; era el Grupo Sofía, cuyos integrantes fueron los responsables de llevarnos a la tremenda crisis de los años 2000 y 2001, con hambre, sometimiento, transnacionalización y entrega de nuestras riquezas. ¿Ellos pensaban en el hambre más urgente? No, de ninguna manera.
          Celebro que tantas organizaciones conocidas, con las que nos encontramos todos los días, estén hoy acá.
          Pero más celebraría si pudiéramos tener el poder de convocatoria de tomar la calle, porque luchando es como se resuelven algunas cosas. Pero que seamos muchos. Que seamos tanto como los 50 mil que se movilizaron por la ley del matrimonio igualitario o en contra de ella.
          Por ejemplo, en Añatuya, mi pueblo, donde todavía se sigue padeciendo la falta de agua, el pueblo no se ha movilizado. Pero sí hubo una movilización generada desde el obispado en contra del matrimonio civil igualitario.
          Estas son las cosas que nos tienen que hacer pensar. En Río Negro –acá está Ana Rócoli con sus cuidadoras de semillas- nos decían: “Pero ya está. Ya han entregado las 200 o 300 mil hectáreas. ¿Qué podemos hacer?” Les dije: “Luchar”. Y me contestaron: “Pero si somos un punto en el mapa”. Esquel era un punto en el mapa y solamente con la movilización pudo parar la minería. (Aplausos.)
          Coincido con lo que dijo Marta Maffei, Norma Giarraca y tanta gente hermosa. Yo tuve la suerte –de esto la señora Marta Mafei seguro que no se acuerda- de haber participado como delegada argentina en la Cumbre Mundial de Alimentación de 1996 y Marta estaba en CETERA.
          El problema de la soberanía no es tan difícil de entender, empieza por el comedor escolar. Por ese que en Rafaela, ahora mismo, a espaldas de la fábrica de Ilolay, está dando leche en polvo de no sé de dónde y 2,70 pesos para hacer el almuerzo. Estas son las cosas que hacen a la soberanía alimentaria.
          Cuando fuimos a Roma y nos encontramos en el 2002 tuve la suerte de conocer a Belo Soler, de pelearme y de enamorarme de él todos los días.
          Allí definimos con la gente de Vía Campesina,  por primera vez en los documentos internacionales, el concepto de soberanía alimentaria. En el documento liminar –que yo recomiendo todos los días- está puesto: “Ganancias para pocos o alimentos para todos”. Este es el debate que tenemos que tener en cuenta.
          Cuando hablamos de la crisis alimentaria mundial de este momento, del año pasado y del anterior, ¿de qué crisis hablamos? ¿De una crisis financiera, energética, medioambiental, alimentaria?
          Si nos ponemos a reflexionar sobre esta crisis, vamos a ver que toda ella está atravesada por la alimentación, porque es el modo de comercializar los alimentos, por ejemplo, y de invertir los capitales especuladores en el comercio de alimentos, desde la producción hasta el consumo, desde apropiarme de la semilla hasta el supermercado. Todo tiene que ver con la especulación financiera.                     
          Cuando hablamos de la crisis energética hablamos del traslado del millones de toneladas de alimentos de un continente a otro.
          Cuando Colón llega a estas tierras en busca de las especias –yo diría de los alimentos- ¡vaya si encontró! En aquella época se trasladó un continente entero a otro continente. Ya estábamos globalizando. África se trasladó a América para explotar el azúcar y el algodón.
          Vayamos hoy a Tucumán, amigos. En la Argentina ya nos está faltando el azúcar, cuando el azúcar está acá. El 30 por ciento, según el propio gobernador de Tucumán, se está destinando a los agrocombustibles –algo que acá se ha señalado-, como el etanol;  el resto es para la exportación.
          Mientras subsista el agronegocio no vamos a tener soberanía alimentaria.
          Al mismo tiempo, la soberanía alimentaria, está vinculada a la soberanía económica, a la soberanía política y al rol indelegable que tiene que jugar el Estado, y que fue abandonado en la década del infame neoliberalismo.
          Por eso todos coincidimos en que vuelva la Junta de Granos, que vuelva la Junta de Carnes. ¿Por qué? Porque  el trasfondo de esta crisis todos la explican a través de los agrocombustibles, del aumento de la población, y de esta pretensión de los pueblos que aumentan su nivel de vida. Y fíjense: ¡quieren comer carne! Cuando a nosotros nos dicen: “¡No, la carne tiene muchas grasas saturadas! Son un pueblo que come mucha carne”.
         
          Entonces, tenemos el pescado y el pollo. Ni hablemos de la verdura y la fruta: 14 pesos el kilo de zapallito y 3 pesos un choclo.
          Yo, si soy nutricionista, ¿cómo armo la dieta para que la gente coma un poco de todo, variado, las cinco porciones de fruta y verdura? No puedo, porque el salario siempre va detrás del costo del alimento.
          Se produce una puja distributiva en los momentos en que tenemos mayor circulación de dinero. No es casual el golpe inflacionario. De noviembre a febrero, solamente la asignación por hijo perdió el 20 por ciento de su capacidad adquisitiva. Debemos lograr producir más, que haya más ofertas porque así habrá más demanda. Sin embargo, hacemos todo al revés. ¿Cómo podemos ganar más?
          De lo que se trata es de un negocio para pocos y no de alimentos para todos. Debemos debatir este modo salvaje de producción que acá se ha señalado. Me refiero a la súper explotación. Aquí las contradicciones no van por caminos separados; son el mismo camino. No puede decir el ministro de Salud que está preocupado por el tema del dengue si seguimos deforestando y talando los bosques. Entonces, nos quedaremos sin las lechuzas ni los sapos para que se coman los mosquitos. Y esto no lo resolvemos con vacunitas. ¿Cómo no vamos a tener gripe porcina? Amontonamos un millón y medio de cerdos que están entre el estiércol, los residuos, el pisotón y el stress que sufren los animales. Luego, llegamos a las vacunas y los antibióticos. ¿Y qué sucede? Gripe porcina. ¿Vamos a resolverlo con más vacunas?
          Estas son las preocupaciones que tenemos y que hacen al problema de la biodiversidad y a la decisión que no es del técnico. Acá somos muchos los técnicos, pero no depende de nosotros. Las decisiones son políticas.
         
          Acá elegimos la agroexportación o el modelo del mercado interno que está basado en resolver primero nuestros problemas y luego veremos lo que sucede con el mercado externo. ¡Claro que es generador de divisas! ¡Qué gracia! Y por eso le damos manija bajo cuerda. Pero tenemos un discurso contradictorio. O favorecemos una línea o favorecemos la otra. El Dios mercado es el que nos ha llevado a esta situación. Por eso se recordaba aquí al Premio Nobel de Economía Amartya Sen al decir que el acceso a la alimentación no depende de mayor producción sino del salario, del empleo pleno y de los precios justos.
          Esto estalló en el 2001 y 2002. Estos tres factores son los  que eclosionaron en ese momento. ¿Quiénes son los responsables? El carnicero, el verdulero, el Gobierno. Como se diría: “Piove non piove, gobierno ladri” ¿Quiénes son? Es la economía concentrada; no chupemos más caramelos. Un solo proveedor domina el mercado de la panificación. Ustedes saben el nombre. Si quieren doy el nombre porque no tengo ningún compromiso: se trata de FARGO. Domina el 65 por ciento y ahora se une a BIMBO que era mexicana y ahora no sabemos de quién es. Dos empresas manejan el mercado de la leche y por supuesto son las que fijan los precios. Tres son los supermercados transnacionales y cuatro los frigoríficos
          No nos olvidemos de la gesta de Lisandro de la Torre, porque vamos a tener que ser protagonistas de nuevo para cambiar el rumbo de mano. Los dos frigoríficos –y mayores- son brasileños y los otros dos son americanos. ¿Quién maneja los precios? ¿Quién pone los precios?
          Y aquí viene la resolución que se adoptó en la cumbre de la que participó Vía Campesina y con las mil y pico de organizaciones no gubernamentales que nos hicimos presentes. El alimento no es una mercancía, y no puede estar sometido a las reglas de los organismos internacionales ni las reglas del mercado. El alimento tiene que estar al alcance para poder garantizar el derecho humano a la alimentación.
         
          Si nosotros lo concebimos como una mercancía para especular, para ganar más mercado, para obtener más lucro, estemos seguros que no vamos a resolver este problema, que no es un problema de producción, tal como se dijo, sino de distribución equitativa de la riqueza. Y en esto por supuesto está involucrado este debate, en que vamos a construir un producto que compita entre nuestros estómagos y el estómago de los automóviles.
          En un país donde los puertos están privatizados, donde la exportación está privatizada, donde el 30 por ciento de la tierra está en manos extranjeras, debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿puede haber una ley de soberanía alimentaria o tenemos que dar vuelta la torta para que esto se resuelva? (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el ingeniero Scheilbengraf, que trae un saludo del ingeniero Martínez, presidente del INTI.

Sr. Scheilbengraf.- Trabajo en el área de Extensión de Instituto Nacional de Tecnología Industrial. Acerco un saludo de su presidente y una valoración de que estos espacios se estén dando, lo cual consideramos como algo muy interesante.
          En la institución estamos trabajando en algunas líneas que se tocan claramente con el tema de la soberanía alimentaria. Básicamente en los debates del Bicentenario se tocaron dos líneas: una vinculada a "Produzco lo que consumo", que tiene que ver con la generación y la producción de alimentos a nivel local, e incluso la transformación de materias primas en alimento final a nivel local.
          Creemos que hay una notable pérdida de la soberanía alimentaria y hay una importante fragilidad en cuanto al acceso a los alimentos. Esto se notó con bastante claridad en términos de su potencialidad cuando fueron los cortes por la resolución 125. Allí vimos cómo algunas provincias como Misiones o Jujuy tenían acceso al alimento en cantidad y diversidad, mientras que en algunos conglomerados urbanos había que esperar si los camiones con alimentos podrían atravesar las rutas o no.
          Mi exposición no se va a exceder en tiempo, en palabras ni en diagnósticos porque creo que lo que se ha dicho hasta aquí es de un excelente nivel e implica un excelente análisis.
          En general, en cuanto a la soberanía alimentaria estamos un poco más atados, a la hora de pensar propuestas en conjunto -lo digo como sociedad- porque son propuestas que también están atravesadas por enorme cantidad de intereses. Hay otra charla del Bicentenario, que trabaja sobre el concepto de la tecnología y lo usa el tema de la siembra directa como un caso de aplicación.
          Los números en el estado de Iowa muestran una pérdida de la diversidad de productos alimenticios. Nosotros como país también hemos perdido esa diversidad y calidad. El INTA de Castelar ha hecho un estudio sobre la carne feedlot, que es importante leer para ver lo que estamos comiendo.
          Hoy por hoy no privatizar los alimentos, como decía Myriam Gorban, también tiene que ver con hacer un análisis más que minucioso del sistema de patentes, donde ya se están privatizando espacios vinculados con las semillas.
          Y existe la soberanía alimentaria vinculada al acceso al alimento, no sólo en los grandes conglomerados urbanos sino también en el interior, y en la relación que hay entre los espacios del interior de una provincia con la capital de esa provincia, donde también se ven desequilibrios muy notables. Los mismos desequilibrios que existen entre la Argentina y algún país de África seguramente también los tenemos entre la Capital Federal y Formosa, o entre Salta Capital y Tartagal, por ejemplo. Tenemos desequilibrios muy importantes que impactan directamente en el acceso al alimento.
          Hoy nos encontramos trabajando e identificando algunas tecnologías que tienen que ver con la producción de agroalimentos. Estamos diseñando un programa para lo que sería asignar valor a las producciones de commodities pampeanas.
          En términos tecnológicos, muchas veces las únicas escalas que tenemos son las de la gran industria. Por eso estamos diseñando algunos dispositivos tecnológicos vinculados con la refrigeración, el agua potable y la generación de alimentos finales a nivel local. Creemos que el INTI puede aportar para el desarrollo de algunas tecnologías. Lo que pasa es que desarrollar tecnologías para producir alimentos finales a nivel local en lugares sin infraestructura de servicios, como son la mayoría de nuestros territorios del interior -hablamos de gas, agua, etcétera- hace que muchas veces nuestro trabajo principal tiene que ver con cómo podemos generar planta de procesamientos queseros, de chacinados que se ajusten al código alimentario, pero esto se hace complicado en lugares donde no tenemos agua potable o luz.
           Por eso estamos tratando de implementar algunos dispositivos que mejorarían las condiciones de producción y de calidad en esas situaciones, pero como país nos falta mucho todavía para llegar a las zonas rurales con capacidad de producir alimentos, con una infraestructura productiva, de caminos, comunicación, vivienda, luz, agua potable, sin hablar del tema de la tierra, que obviamente son situaciones que tienen que ir todas de la mano al pensar un proceso de soberanía alimentaria. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Mariano Boldone.

Sr. Boldone.- Es un orgullo estar hablando y tratando este tema aquí, en la Cámara de Diputados de la Nación, que creo que es el ámbito donde corresponde discutirlo.
          Voy hablar desde el punto de vista de mi especialidad, que es la ganadería. Soy médico veterinario y se habrán dado cuenta que soy de Córdoba.
          La situación por la que está atravesando la ganadería hoy en nuestro país pone en serio riesgo la seguridad alimentaria y la calidad del alimento de nuestra población. Nosotros, por tradición, por cultura, somos un pueblo donde el consumo de carne por habitante y por año supera por lejos el promedio de la mayoría de los países del mundo, sobre todo de algunos que tienen un ingreso per cápita mucho más alto que el nuestro.
          Si comparamos el consumo de carne de la Argentina -aunque ahora perdimos el liderazgo mundial en manos de Uruguay-, 74 kilos de carne con 3 mil y pico de dólares de ingreso por habitante por año y lo comparamos con los 8 kilos que consume un japonés con casi 30 mil dólares de ingreso anual, nos damos cuenta de que somos un pueblo que comemos carne porque tenemos una cultura que nace en la época de los gauderios, donde sólo se sacaba el cuero, los gauchos no tenían otra cosa que comer y así se fue imponiendo esta cultura del consumo de carne.

          También tenemos que decir que nuestro país vivía un proceso de recuperación del stock ganadero con una fuerte producción. Por eso también teníamos un buen consumo de carne por habitante y por año.
          Erradamente, equivocadamente o deliberadamente, la intervención del Estado tratando de mantener bajo el precio de la carne para asegurar el consumo, más la sequía terrible que hubo en los últimos años, hizo que entre marzo del 2008 y marzo del 2010 la Argentina perdiera 10 millones de cabezas.
          Así es que el consumo ha disminuido drásticamente. En Argentina, consumíamos en promedio 74 kilos de carne por habitante y por año, 7 kilos de carne de cerdo y 1,5 o 2 kilos de cordero.
          Eso nos daba un total de proteínas de alta calidad indispensable para la salud de la población, y sobre todo para el desarrollo de la inteligencia de nuestros niños, en un total de 120 o 130 kilos de carnes y de proteínas de alta calidad.
          Ese consumo  hoy ha bajado drásticamente. Según datos del mes pasado habíamos bajado ya a 54 kilos por habitante y por año.
          Entonces, no es extraño lo que acaba de ocurrir en Misiones, y no es extraño desgraciadamente que estos procesos de desnutrición infantil y de muerte de niños vuelvan a ocurrir.
          Sin embargo estos procesos no ocurrieron de casualidad. Acá hubo una intencionalidad, y lo han dicho todos.
          Primero hay un modelo sojero de Monsanto,  multinacional, y un modelo de dependencia que ha hecho correr la ganadería de nuestro país.
          Hoy tenemos 18 o 19 millones de hectáreas de soja sembrada en la Argentina y aproximadamente 8.500.000 de hectáreas menos dedicadas a la ganadería, que no solamente es importante por la cantidad de carne que podemos producir sino porque es la que restituye el carbono que se lleva la soja del suelo. Los esquemas de rotación no solamente tienen que ser agrícola sino también ganaderos, para poder así mantener el recuso suelo.
          De manera que además de disminuir el stock bovino, en estos dos últimos años hemos perdido 8 mil productores ganaderos, lo que equivale a perder 10 ganaderos por día y 11 mil predios que se dedicaban a la ganadería.
          El consumo o el reemplazo de la carne vacuna –que va a tardar varios años en recomponerse- se debería hacer a través de porcinos, de ovino y de pollo, mercado que hoy en día se encuentra saturado.
          ¿Por qué? Porque las exportaciones de pollo han aumentado en forma impresionante. Si hoy vamos a comprar un pollo, nos vamos a encontrar que no viene más con las garras de las patas adentro como venía. Porque las garras se exportan a China al mismo valor que el kilo de carne de pollo. Y si por casualidad encontramos una pata de pollo verán que no tiene uñas, porque las uñas se exportan a China al valor que tiene el kilo de la carne de pollo.
          Hemos saturado la producción de pollo, que está  concentrada en tres o cuatro integraciones avícolas, y estamos exportando la mayor cantidad, sin tener en cuenta la necesidad de suplir el consumo de carne vacuna que hay por escasez de la misma. Este año las exportaciones de carne vacuna van a ser la mitad que las del año pasado.
          Pero además tenemos otro problema muy serio: la concentración. Algo que se repite en todos los sectores.
          Son cuatro frigoríficos los que hoy en día tienen el 40 por ciento del extraordinario negocio de exportación de carne vacuna, más lo que sobra, que se vuelca en el mercado interno.
          Esos cuatro frigoríficos –JBS, Marfrig, Finexcor, Cargill- son de capitales brasileños y de capitales norteamericanos, que a su vez, en sus feedlots, tienen el 60 por ciento de las cabezas de ganado que se consumen en la Argentina.
          A su vez recibieron 1.700 millones de pesos de subsidio por parte del gobierno nacional y produjeron menos carne que la que debieron haber producido, porque en la rapidez del ciclo se faenaron animales mucho más livianos.
          ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué se concentran los frigoríficos? ¿De dónde nace la concentración de la industria frigorífica? De la ley federal de carnes. ¿Quién firmó la ley federal de carnes? No se asusten cuando escuchen los siguientes nombres: la firmaron Videla, Harguindeguy y Martínez de Hoz. Esa es la ley que rige hoy, a través de la cual se regula la industria frigorífica.
           ¿Qué dice esa ley? En su artículo reglamentario prohíbe los mataderos municipales, es decir, prohíbe los pequeños frigoríficos. ¿Saben quién firma el artículo reglamentario? Lo firman Onganía, Krieger Vasena y no recuerdo quién era el ministro de Interior en esa época.
          El artículo reglamentario dice que no se habilitarán los frigoríficos municipales si alguna empresa puede satisfacer la oferta de carne. Por supuesto que siempre dijeron que podían cubrirla y por eso hay cientos de frigoríficos con instalaciones adecuadas para producir carne de buena calidad que no se pueden habilitar porque el SENASA aplica la ley de la dictadura y no habilita los mataderos municipales.
          Ahora bien, ¿a quién perjudica todo esto? ¿A la oligarquía ganadera? No. El 89 por ciento de los productores ganaderos de nuestro país tienen menos de 500 animales. Si nosotros lo pensamos, en la provincia de Buenos Aires vemos que 500 animales pueden estar en un predio de 250 a 300 hectáreas. Pero si nosotros pensamos en las principales zonas productoras del país en las que se ha desplazado la ganadería, como es La Pampa, la región del Caldenal, hay un animal cada 4 o 5 hectáreas, o sea, que estamos hablando de productores que tienen 500 animales en 5 mil o 6 mil hectáreas, que son predios de muy bajo valor, predios que producen con muy baja rentabilidad para los productores, lo cual sumido a la sequía y a las políticas del gobierno ha hecho que la mayoría de los productores buscaran desprenderse de la hacienda.
          Pero tal como han dicho todos, la concentración no solamente está en la ganadería o en los frigoríficos. También es alarmante la concentración en el uso de la tierra, las miles y los millones de hectáreas que los pooles de siembra sojeros están acaparando en el país están desplazando a los pequeños productores, que directamente dejan la actividad.
          Últimamente no ha habido mucha transferencia de dominio, es decir, no se han vendido campos pero próximamente va a empezar porque se termina el negocio de la agricultura de doble piso, que significa que el propietario alquile su campo y un contratista lo trabaje. Los números no dan más y en cualquier momento vamos a comenzar a ver concentración en la propiedad de la tierra.
          La extranjerización –que varios han nombrado‑ llega a puntos alarmantes. A partir de 2006 ya hay aproximadamente 20 millones de hectáreas en manos de extranjeros, no solamente en zonas donde hay recursos naturales de alto valor –como es el agua‑, no solamente ya en zonas de frontera, sino también en zonas directamente productoras.
          Tuve ocasión de hablar con el ministro de Agricultura después de que estuvo en India y lo primero que me comentó fue que los indios quieren comprar tierras en la Argentina. En tal sentido, hicieron ofertas por 1 millón de hectáreas –que no se las pudieron vender‑, pero también hicieron ofertas por 200 y por 300 mil hectáreas. Vienen por la tierra y vienen a apropiarse de ellas. La Argentina debe ser uno de los pocos lugares en el mundo en el que un extranjero puede comprar con absoluta libertad.
          Cuando le planteamos esta situación al ministro Cheppi, nos dijo que nuestros gringos también habían venido a nuestro país y que a la Argentina la hicimos con inmigrantes. ¿Pero qué le contestamos nosotros? Que esos viejos están en el cementerio del pueblo y que no se volvieron a los Estados Unidos, ni a Qatar ni a ningún otro lado; vinieron a laburar, se quedaron acá y murieron acá.
          Para asegurar la soberanía y mantener la seguridad alimenticia es fundamental modificar el régimen de uso y tenencia de la tierra.
          Tenemos que frenar la concentración y asegurar el arraigo en los pueblos del interior como también se dijo.
          El país está sufriendo la migración interna. Yo viajo continuamente de Córdoba a Buenos Aires y paso por Rosario y veo el esfuerzo que hace la ciudad de Rosario para erradicar las villas. Cada vez que paso veo un barrio nuevo. A los tres o cuatro meses hay otro asentamiento, y otro y otro. Es la gente que viene del interior profundo, pobre, de Chaco, de Formosa, a buscar aunque sea el agua potable o el servicio médico en las ciudades de nuestro país.
          ¿Y quiénes son los que migran? Mano de obra especializada. Son peones rurales que saben regular una sembradora, que saben atender el parto de una vaca, que saben trabajar en el campo, pero tienen que migrar a las ciudades, trabajar y vivir en un medio al que no están adaptados o acostumbrados.
          Finalmente la pregunta es: ¿cómo salimos de esta situación? Modificando la legislación imprescindible que comenté, como la ley federal de carnes, la ley de arrendamiento, la ley de extranjerización de tierras. Pero también –y hay que tomar el ejemplo de lo que hizo Brasil en estos últimos años- haciendo un fuerte desarrollo de las formas cooperativas de producción.
          No tenemos otra forma de enfrentarnos a las multinacionales y a las empresas concentradas si no es desarrollando cooperativas de producción. Como lo hicieron los gringos y los rusos, que fueron nuestros queridos gauchos judíos, que formaron la primera cooperativa, la cooperativa de Lucienville, que se llamaba Cooperativa Israelista. Desgraciadamente, como no tenían bienes, no se pudieron dedicar a otra actividad que no fuera la agricultura, y en campos arrendados. Por eso el 94 por ciento de las cooperativas que hay en la Argentina son agrícolas.
          Tenemos que desarrollar cooperativas de trabajo en el campo, cooperativas ganaderas, de producción de carnes y de bienes alternativos, para así asegurar la soberanía alimentaria en nuestros pueblos. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el señor Belo Soler del Grupo de Reflexión Rural (GRR) de la cátedra Soberanía Alimentaria de la Universidad de La Plata.

Sr. Belo Soler.- Voy a empezar con una pequeña frase de Paulo Freire que dice: “No hay cambios sin sueño y no hay sueño sin esperanza”.
          Digo esto porque intento traer esperanza e irme con más esperanzas y con más alegría de las que traje, a pesar de las catástrofes que estoy escuchando. Y yo voy a sumarme a decir más catástrofes. Pero quiero sembrar alegría para que no se vayan tristes. No puedo darles un beso a todos cuando me vaya, pero bueno. (Risas.)
          Intento sembrar alegrías para crear y formar resistencia. Y acá los hermanos indígenas saben más de resistencia. Tienen 500 años de represión desde que llegaron los hermanos españoles.
          Quiero agregar algunas cosas y si tengo tiempo me gustaría leer siete puntos del documento final del grupo de trabajo número 17 de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra celebrado en Cochabamba en abril de este año. Algo que recomiendo que lean, estudien, mamen y discutan en todos los lugares donde estén, en el trabajo, entre la familia, los amigos, el barrio y en las universidades.
          Parte de este documento se vuelca en la declaración final de los pueblos, como dijo Evo Morales al cierre de la conferencia.
          En ese grupo de trabajo 17 nos encontramos con Carlos Vicente y pudimos aportar algunas pequeñas cosas.


          Empezaría primero con la definición que aparece en este documento tomado de la Vía Campesina –que nace ahí- y luego con el tiempo, con estos 14 años de existencia y de limpieza, comenzamos a hablar de la soberanía alimentaria.
          Concretamente, la construcción de la soberanía alimentaria tiene que ver con la soberanía de los pueblos. También hablamos de la autodeterminación de los pueblos y la independencia de los mismos, que tienen que ver con la soberanía nacional, por lo menos en esta etapa de la historia del planeta y sobre todo occidental, tal como hizo referencia el expositor Mamani.
          En el documento dice lo siguiente: “La seguridad alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando a través de una producción local, autónoma, participativa, comunitaria, compartida y culturalmente apropiada en armonía y complementación con la madre tierra, el acceso de los pueblos a los alimentos suficientes, variados y nutritivos, profundizando la producción de cada nación y pueblo”.
          Esta es la síntesis para todos los amigos que están presentes; seguramente habrá algún enemigo que no esté de acuerdo y les digo que mi saludo no era para ellos. Eso es evidente porque esta es una guerra a muerte por parte de ellos y no deberíamos reírnos porque de aquí a 18 ó 20 años serán enjuiciados –no ajusticiados- por la acusación de genocidio.
          Voy a referirme a alguno de los discursos que hemos escuchado hace unos instantes. El diputado Pino Solanas afirmo que Argentina es “un país invadido” y no dijo nada más. La ex diputada Marta Maffei y el diputado Macaluse hablaron de los agrotóxicos.
          Nosotros nunca hablamos de agroquímicos sino de agrotóxicos. ¿Por qué? Porque son elementos que producen la muerte. Son biocidas en términos técnicos. Bio, significa “vida” y cida, muerte, o sea, matan la vida. Son agrotóxicos. Tenemos los agroquímicos fertilizantes y los agroquímicos tóxicos. Es decir, son todos agrotóxicos. Son menos agrotóxicos que los fertilizantes. Se podrían llamar agroquímicos fertilizantes. Yo siempre sugiero que se hable de agrotóxicos, porque son los que producen efectos directos e indirectos a largo plazo en la salud de las personas, de la biodiversidad, de la micro fauna y micro flora, la contaminación del aire y las aguas.
          Respecto de los agrocombustibles, hace cuatro años que vengo diciendo que producen muerte y no son biocombustibles.  Ello no ocurre solamente como tales, sino también como proceso de producción. Desde hace cuatro o cinco años vengo diciendo que los agrocombustibles son uno de los ángeles del Apocalipsis. Así de clarito y sé que es terrible lo que digo.
          La señora presidenta de la Nación mencionó el tema de la biotecnología hace unos días en el marco de un encuentro con los estudiantes y técnicos de escuelas agropecuarias.
          En cuanto al tema que estamos tratando coincido con lo que decía el diputado Pino Solanas de que es un país invadido. ¿Por qué? Porque en esta etapa del neocolonialismo hay impactos y efectos sobre la soberanía alimentaria de nuestros pueblos.
          El progresivo avance del capitalismo a nivel planetario desde el final de la segunda guerra mundial, en los finales de los años 70, comenzó con el accionar de las corporaciones transnacionales imponiendo políticas de Estado: la del Estado ausente -algo de lo que varios diputados han hablado- en todos los países de la periferia, iniciándose así y hasta la fecha un proceso de enajenación y apropiación de bienes naturales, patrimonios del Estado, producción e industrialización de alimentos y servicios, así como la distribución y venta, a manos de estas corporaciones transnacionales, en un crecimiento exponencial en el proceso de concentración económica, productiva, territorial, de distribución y consumo, y en forma absoluta en todos los años 90.
          Voy  a hacer una crítica a quien mencionaba la política del Estado ausente porque muchos compañeros aún dicen -sobre todo en los 90, en la época de Carlos Memen- que el Estado estuvo ausente. Pero hoy día también está ausente en muchos estamentos, en muchas áreas y en la soberanía alimentaria.
          Fundamentalmente para que entendamos y nos vaya mejor que en los 90, esa fue una política de Estado. Hay que convencerse de eso, amigos, compañeros.
          Muchas veces se dijo que el Estado estaba ausente pero nadie se pregunta por qué estaba ausente. Porque fue una política de Estado estar ausente. Si está ausente, ¿entonces quien dicta políticas de Estado? Algún diputado lo mencionó. Las dictan las transnacionales.
          Definitivamente una de las características de la etapa última del capitalismo, del liberalismo, del nuevo liberalismo es que las transnacionales son las que nos han dictado las políticas y nos siguen dictando las políticas. Esto se ha dado en la época de Onganía y después de cuarenta o cincuenta años siguen estando.
          Pero es muy claro respecto de los 90, que así como se vendió y se regaló todo el patrimonio del Estado, todo el patrimonio nacional –no voy a mencionar uno por uno lo que se entregó porque ustedes lo saben-, también se entregó la producción de alimentos.
          No es casual que en el año 1996, el querido compañero Felipe Solá aprobó la soja transgénica por orden del turco, pero él puso la firma, de manera que era responsable.
          El Estado está ausente porque es una política de Estado estar ausente. Eso hay que tenerlo claro. Entonces, hay que identificar permanentemente con mayor claridad el campo de los amigos y el campo del enemigo, que en este caso son las transnacionales que nos han invadido y nos siguen invadiendo.
          El general Perón decía que hay que leer a diario los partes de guerra del enemigo para saber qué hace, qué piensa, qué va a hacer hoy, mañana, el mes que viene y los próximos veinte años.
          El querido gobernador de Río Negro acaba de venir hace dos o tres días de China, donde estuvo diez días haciendo algunos contratitos –lo mencionaba Miryam Gorban hace un ratito- y está habiendo un gran movimiento en el valle medio y en el valle inferior en contra de la primera idea que salió hace ya casi un mes de que los chinos venían a comprar 200 mil hectáreas y a invertir 100 millones de dólares. No se sabía por cuánto tiempo.
          A partir de allí se están movilizando, y nosotros desde acá estamos intentando movilizarnos también.
           
          Concretamente este gobernador, sin consultar a su pueblo, firmó por 200.000 hectáreas y luego pasó a 320.000. De 100 millones de dólares se pasó a más de 1.400 millones de dólares, por 20 años de concesión, entre tierras compradas y tierras alquiladas.
          Entonces nos preguntamos: ¿es esto pérdida de soberanía alimentaria? ¿Es pérdida de soberanía nacional? ¿Es una acción económica, financiera y política de vender Patria o de vendepatria? ¿Es traición a la Patria?
          Nuestra respuesta a todas estas preguntas es sí. Entonces, siguiendo este texto sobre colonialismo o soberanía alimentaria, este proceso de concentración vino acompañado con nuevos modelos tecnológicos de producción, particularmente en el sector agropecuario, a partir de los 90, provocando impactos de gran magnitud y con efectos muchos de ellos irreversibles en lo económico, en lo social y en los ecosistemas. Los efectos en estos tres grandes campos son objetivamente con pérdida de soberanía alimentaria.
          ¿Por qué decimos eso? Hablamos de pérdida de soberanía como política necesaria en este nuevo proceso de colonización ejercido y dominado por las transnacionales, en alianza con grupos y corporaciones nacionales ligadas en forma estructural, económica y financieramente a ellas. No hay colonización sin apropiación de la soberanía de esos pueblos o naciones.
          Respecto a la producción, transformación, distribución y consumo, es así que en el campo de las pérdidas se encuentra la severa erosión de soberanía alimentaria, siendo esta última una práctica social productiva, de transformación, distribución y consumo de alimentos sanos, variados y en cantidades suficientes para toda la población.
          La alimentación como derecho humano fundamental. Estar en el espacio de la autonomía y autodeterminación de los pueblos es, por lo tanto, una construcción política por el derecho a la alimentación de nuestro pueblo, que es un derecho humano fundamental. Por lo tanto, debiera ser necesariamente una política de Estado. La ausencia de esta política de Estado implica pérdida de la soberanía alimentaria y entrega, dependencia y coloniaje.
          Para finalizar, el general nicaragüense Augusto César Sandino, en 1934 –al año siguiente lo mataron las fuerzas armadas norteamericanas por defender la soberanía de su pueblo‑ dijo que la soberanía no se discute; se defiende con las armas en la mano. Qué otra cosa podía decir, no como militar, sino como un verdadero soberano y representante de su pueblo.
          Simplemente eso: liberación o dependencia, Patria o muerte. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Como me toca este papel antipático, voy a tener que ser un poco más estricta con el tema de los horarios, porque si no se enojan los expositores, se enojarán los que no lleguen a exponer. Muchas personas han tenido que viajar para llegar hasta aquí. Por eso vamos a pedirles que sean un poco más rigurosos con el tema del horario.
          Tiene la palabra Nahuel Levaggi, de CTR, COMPA.

Sr. Levaggi.- Celebro la iniciativa de generar esta audiencia. Pertenezco al Sector Rural del Frente Darío Santillán, que integramos la Coordinadora de Organización y Movimientos Populares de la Argentina. Es importante mencionar desde donde hablo, porque son las voces que van a estar expresándose, que son las que forman parte de los índices del hambre, de los campesinos excluidos, de los desocupados. En definitiva, somos la tercera persona de la que generalmente se habla en estos espacios y muchos otros. No digo esto con una connotación negativa sino justamente celebrando la posibilidad de que quienes formamos parte de esas terceras personas de la que habla la política en general tengamos nuestra palabra y nuestras acciones.
          También celebro que la diputada Parada, que organizó esta audiencia, se haya quedado hasta ahora, no como la mayoría de los otros diputados que han hablado y se han ido. A todos nos cuesta esperar nuestro turno y hay un montón de compañeras y compañeros que todavía no hablaron, de manera tal que voy a ser lo más breve posible y voy a hacer el esfuerzo por quedarme hasta que terminan de hablar todos, por respeto también a los que me van a escuchar a mí. (Aplausos.)
          Quiero empezar fortaleciendo todo lo que dijeron. Desde distintos sectores sociales, políticos y ambientales coincidimos casi en un ciento por ciento en todos los análisis y diagnósticos, que es el comienzo para encontrar una solución: darnos cuenta de cuál es el problema, cosa que no es tan fácil, sobre todo en esta sociedad donde el enemigo pone tanto esfuerzo en que no nos demos cuenta de la realidad en la que vivimos.
          Voy a tratar de aportar un poco a esa tarea, desde el lugar que nos compete como trabajadores rurales, desocupados, campesinos, para ver qué podemos hacer. Y ver qué podemos hacer también es visualizar hacia dónde vamos.
          Varios compañeros plantearon definiciones y concepciones sobre el tema de la soberanía alimentaria. No voy a repetirlos, pero sí fortalecer la idea de que la soberanía alimentaria no es lo mismo que la seguridad alimentaria. No es solamente tener la panza llena sino decidir qué comer, cómo producirlo, en función de qué. Todo eso no puede ser posible si no viene de la mano de la reforma agraria integral, la soberanía política, la soberanía cultural, la soberanía educativa, la soberanía popular.
          Si nosotros como pueblo no tenemos esa soberanía integral en todas las dimensiones de nuestra vida, difícilmente podamos lograr en distintos estamentos un avance. En realidad, el enemigo justamente lo que hace es compartimentar nuestra cabeza y así vamos pensando separados, sin una visión integral.
          Con respecto a esto hay un elemento muy importante que vemos que se ha tenido en cuenta en estos últimos años de quehacer político. Me refiero a banderas y consignas fuertemente reivindicativas de nuestro pueblo, de nosotros y nosotras como sectores populares, que han sido tomadas por algunos actores enemigos, de este o de otros gobiernos y han sido bastardeadas. Por eso también es importante tener en claro de qué hablamos cuando hablamos de soberanía alimentaria, y no dejar que tomen esas banderas y empiecen hablar de otras cosas. De hecho, en el conflicto de la resolución 125, la presidenta habló de la soberanía alimentaria y en ningún momento este gobierno la fortalece. Si bien fortalece algunas cuestiones de políticas muy puntuales, la Secretaría de Agricultura y el resto del Estado están en función del agro negocio y no de la agricultura familiar, campesina ni de la producción de alimentos para el pueblo y desde el pueblo.

          Otro elemento importante para mencionar es que la cuestión de la soberanía alimentaria y la producción de alimentos no son solamente de los campesinos y de los productores, sino que es una cuestión que debemos tomar como pueblo, porque la producción de alimentos no solamente se desarrolla a miles de kilómetros de las ciudades sino también en las ciudades.
          Por otro lado, somos actores constantes en el consumo, es decir, al consumir decidimos a cada instante a qué modelo aportamos: si le compramos a La Serenísima, a Fargo, a Cresta Roja, etcétera. Según a quien le compramos, estamos aportando un billete sobre otro a determinado modelo.
          Ante todo este análisis que se hizo y el tema de las catástrofes, también es importante poner sobre la mesa las luchas que se dan…

Sra. Presentadora.- Aclaramos que en representación de COMPA había cuatro compañeros inscriptos y que unificaron en una persona su intervención por una cuestión de tiempo. Les agradecemos, y tienen el tiempo necesario.

Sr. Levaggi.- Voy a ser lo más corto posible pero no quiero dejar pasar un par de cuestiones que como organización nos parece importante plantear, no como individuo.
          Decía que debemos poner sobre la mesa las luchas, los avances y las resistencias que damos como pueblo. Hay que analizar y estudiar al enemigo, pero no alcanza solamente con decir todo lo mal que estamos, todo lo malo que es el agro negocio, todo lo malo que es la Sociedad Rural, sino que también debemos fortalecernos como actores y sectores populares en pos de qué es lo que queremos y qué es lo que estamos haciendo hoy por hoy.
          El viernes 15 de octubre un montón de compañeros y compañeras estuvimos en la calle por el Día de la Soberanía Alimentaria. Esto no es menor. Así es como nosotros nos fortalecemos; es el pueblo organizado en la calle quien respalda sus intereses, los garantiza y asegura. Nosotros, como pueblo organizado, en lucha, trabajando todos los días –yo soy trabajador rural, trabajo todos los días en la tierra y cada azada que damos es una acción política‑, vamos construyendo la alternativa. Movilizados en la calle estamos denunciando al enemigo y mostrando lo que no quiere mostrar Clarín ni TN, ni la mar en coche; denunciando quién es Monsanto, quién es Grobocopatel, cuál es la política agropecuaria de este gobierno, cuál es la falencia de propuestas que hay. Por un lado, pareciera que está este gobierno y por el otro, tenemos lo peor de lo peor, la derecha más reaccionaria.
          Allí es donde nosotros como sectores populares tenemos que ocupar el espacio que parece estar vacante     –básicamente porque no se muestra‑, y que tiene que ver con cuáles son nuestras propuestas: denunciar a Monsanto, denunciar a Grobocopatel, denunciar las políticas inapropiadas de este gobierno y promover por la positiva, qué es lo que nosotros construimos a diario.
          Así es que llegamos a los diputados y diputadas que promovieron esto, a los que nos están escuchando y a los que se levantaron y se fueron. Hay que revisar la cuestión porque hay proyectos de ley necesarios, hay legislación necesaria y hay un montón de pequeñas trabitas. Porque uno puede hablar de soberanía, pero a la hora de trasladarte con una camionetita toda rota con verdura, te para “la cana” y no tenés cómo “carajo” movilizar eso, porque te falta el “cosito” del “cosote”. En realidad, muy difícilmente los productores y organizaciones tenemos acceso porque hay un tipo sentado en una mesa redonda viendo cómo organizar el país para ellos y para dejar con hambre.
          Aquí es donde también debe haber mesas de trabajo e instancias de diálogo ‑por eso celebramos este espacio‑ en las que las grandes políticas y discursos de la Nación “en pos de” deben estar necesariamente de la mano de qué es lo que se necesita desde abajo, en el barro y en el cotidiano concreto, qué es lo que hace falta, dónde y de qué manera opera este modelo para que justamente por más que haya discursos las cosas no sigan como están.
          Una última cuestión ‑para hacerlo bien cortito‑ está relacionada con las políticas para la producción, comercialización y consumo. Esto no es simplemente hacia los productores, sino también es qué política, qué proyecto o modelo vamos construyendo para todo el conjunto de la sociedad. El compañero, la compañera, el campesino, el productor que es desplazado del campo y viene a la gran urbe se encuentra con un montón de políticas existenciales que lo único que garantizan son votos para las elecciones.
          Esto también destruye la agricultura familiar porque va en contra de la producción y de volver a la tierra para trabajarla. No hay reforma agraria ni puede haber soberanía alimentaria si no hay una reforma agraria integral, que no es sólo dividir y repartir la tierra sino garantizar las condiciones para la producción, para vivir en el campo, para educarse en el campo y para tener buena salud en el campo.
          Si se genera toda una serie de políticas que fortalecen la existencia de una masa de desocupados que lo único que recibe son planes sociales, ve a Tinelli por la tele, cuando se les propone laburar la tierra no quieren porque es más fácil quedarse en su casa y cobrar el plan. Esto no va en contra de los planes porque nosotros también luchamos por los planes, pero los resignificamos con laburo, porque no nos quedamos en nuestras casas esperando cobrar el plan.
          A lo que voy y que para nosotros es muy importante es a no disociar las políticas según los sectores productivos, según el campo y la ciudad. Nosotros somos un solo pueblo –están los del otro lado‑ en el campo y la ciudad. Es urgente y necesario avanzar en estas cuestiones porque el hambre nos choca todos los días, así como también las desigualdades, las injusticias y las muertes de los pibes, que siguen ocurriendo. Nosotros hablamos de esas terceras personas; nosotros somos las primeras personas, que necesitamos con urgencia esa revolución de la mano de la organización popular. Nosotros como organizaciones populares tenemos que garantizar que el Estado esté en función del pueblo, porque el Estado va a estar en disputa siempre.
          ¿Dónde radica la fuerza? ¿Cuál es el santuario de los intereses del pueblo? Son las organizaciones populares, dialogando, presionando, movilizándonos en la calle y haciendo lo que sea para que el Estado y la legislación estén en función de los intereses del pueblo. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Karina Maloberti, de ATE.

Sra. Maloberti.- Buenas tardes a todos. En primer lugar, quiero agradecer a la señora diputada Parada por esta mesa de trabajo y esta iniciativa, tanto en nombre del consejo directivo nacional de ATE, como también por parte del compañero Carlos Chile, secretario general de la CTA de Capital, quien no se pudo quedar y ha dejado su saludo.
          No voy a ahondar en describir lo que todos sabemos ya que nos vemos las caras, nos conocemos varios y conocemos la pelea cotidiana por la vida, como bien lo dijeron los compañeros que me precedieron en el uso de la palabra. De hecho, esto es lo que muestran las imágenes que nos han acercado los compañeros de Convocatoria, y la urgencia de esta problemática respecto al tema de deformaciones, enfermedades, inundaciones, desertificación del suelo, exclusión. En fin, los compañeros de Reflexión Rural comentaron sobre la existencia de un modelo de dependencia, de saqueo, y lo que hace esta problemática de soberanía alimentaria que hoy tratamos no es ni más ni menos que desenmascarar la dominación y colonización de nuestro territorio.
          Sería impensable un equipo interdisciplinario en este tema sin los pueblos originarios, cuyo concepto de territorialidad es claro, y poder así contrarrestar a esta cultura occidental donde el imperio busca a través de su sistema económico capitalista la dominación tanto social como cultural y económica.
          Como lo expresaba el compañero Levaggi, perteneciente a la COMPA, por un lado existe la necesidad de seguir aunando esfuerzos en la construcción de poder popular y constituyente frente al poder instituido que le facilita todas esas herramientas a los agro negocios. En particular, me refiero a algunas iniciativas, por la urgencia que ameritan: aparece un nuevo cáncer infantil o algún niño o niña con alguna deformación producto de las fumigaciones; se nos mueren de hambre los pibes; los trabajadores rurales están padeciendo enormemente esta problemática al igual que comunidades enteras.
          En particular, se encuentran los trabajadores y trabajadores del Estado –pertenezco al SENASA-, los compañeros de la subsecretaría de agricultura familiar y de trabajo rural del Ministerio de Trabajo de la Nación. A ellos queremos darles nuestro aporte porque cotidianamente tenemos que lidiar con la producción de políticas públicas que nos son ajenas y nos generan violencia frente a lo que estamos viviendo todos los días. Muchos de nuestros compañeros lo saben, porque trabajan a la par de las comunidades campesinas y originarias y no tienen herramientas –porque son compartimentos estancos las dependencias del Estado- como para hacer llegar tantos recursos a fin de solucionar las cuestiones más urgentes.
          Es una impotencia muy grande para todos y todas. Y las organizaciones sociales, campesinas y originarias saldamos esto con organización. En este caso, a través de nuestra organización sindical. Allí es donde empezamos a relacionarnos desde distintos organismos del Estado para ver de qué manera –junto a las organizaciones sociales y políticas- podemos aunar esfuerzos, transformar y recuperar ese Estado al servicio del pueblo.
          En ese sentido, se hablaba de algunas leyes que quedan de la dictadura militar. En el Estado -SENASA, INTA, INTI-, su estructura neoliberal sigue siendo la de los 90. No se ha derogado una sola estructura del Estado nacional. No sólo hay una complicidad en este asesinato. Recordemos que el hambre es un crimen porque hay asesinos. Hablamos de la complicidad en el desarrollo de estas políticas al servicio del saqueo y la exclusión. No hay que sostener las estructuras del Estado nacional neoliberales. Nuestros organismos tienen las misiones y funciones que fueron creadas a principios de los 90. No hubo en el gobierno actual ninguna decisión política de, aunque sea, revisarlas.
          De hecho, no lo podemos hacer nosotros como asociación sindical ni tampoco desde nuestras paritarias porque es exclusividad del Ejecutivo. No tenemos injerencia y no nos queda otra –tal como lo dijeron algunos compañeros- que resolverlos mediante una unión con las otras organizaciones sociales en la construcción del poder popular.
          Ese conocimiento es lo que implica el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria. Es un organismo que aplica las barreras comerciales para que toda agricultura familiar o desarrollo de pequeños productores de comunidades locales vea impedida su comercialización por estar al servicio de los grandes monopolios. Así, directamente.
          No hay ninguna política normativa que fomente el desarrollo de los pequeños productores de las comunidades campesinas y originarias. Hay pequeños intentos a partir de las iniciativas de estos trabajadores dentro de los organismos del Estado de poder instalar otro tipo de políticas dentro de las organizaciones sociales. El agro negocio no ha cambiado sino que avanza en nuestros organismos estatales.
          En ese sentido, el SENASA aplica las normas que vienen directamente de los organismos internacionales. Me refiero a la FAO y a la Organización Mundial de Comercio que son quienes nos imponen las normas de fiscalización y comercialización. No hay ámbitos para desarrollar legislación soberana alguna en nuestros territorios.
          Doy este ejemplo como trabajadora del SENASA, pero pueden seguir otros compañeros del Estado nacional denunciando estas mentiras. Cuando se habla de proyectos progresistas y del campo nacional y popular nos ofenden e indignan.
          Entonces, queríamos traer acá los conocimientos y saberes que tenemos para lo que se necesite, por ejemplo, la transformación de la ley de carnes, de arrendamiento, la modificación de nuestras estructuras y, sobre todo –en el ámbito legislativo- la mesa interdisciplinaria para que todos los actores involucrados podamos ejercer presión en la calle y en los ámbitos institucionales. Considero que hasta tanto no tengamos poder no va a ser factible una Junta Nacional de Granos y una Junta Nacional de Carnes. No me las quiero imaginar en manos de De Vido y Moreno. Lo propondría después, no lo estoy haciendo ahora.
          La idea es que estas iniciativas empiecen a tomar forma y seamos protagonistas cada uno de nosotros, es decir, los actores que resistimos cotidianamente este embate en lugares de poder institucional para, al menos, frenar este saqueo y dominación que sigue avanzando en nuestro continente. (Aplausos).

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el señor Carlos Vicente.

Sr. Vicente.- Muchas gracias por la invitación que nos han cursado para venir a esta reunión.
          Para quienes quedamos al final nos queda la desventaja de que casi todo se ha dicho, pero la ventaja acerca de qué cosa nueva podemos aportar.
          Para quienes venimos desde hace más de diez años acompañando a los movimientos sociales desde que nace la soberanía alimentaria en el año 96, nos parece muy bueno este desafío e invitación del Congreso de la Nación para pensar acerca de la soberanía alimentaria y también reflexionar sobre qué es lo que significa todo esto. ¿Es la apropiación más de una lucha política que se viene dando desde los movimientos sociales?
          Partimos de la base de que es muy claro y honesto el compromiso de todos los que hoy estamos acá. Pero hay como una maquinaria que muchas veces termina desvirtuando los procesos.
          Baste recordar que el Congreso de la Nación
-no involucro a los diputados que hoy están aquí porque desconozco si en esa oportunidad estuvieron- aprobó por unanimidad la ley de biocombustibles,  que generó que los agro combustibles estén presentes en un 5 por ciento en la nafta y el gasoil con la intención de subirlo a un 7 por ciento. Esta fue una ley aprobada por unanimidad en este Parlamento.
          Para no perder la perspectiva histórica tenemos que ver el ejemplo de Ecuador, donde los movimientos sociales –indígenas y campesinos- lucharon con una fuerza tremenda por una Constituyente que los representara. Así lograron que la Constitución de Ecuador incluya un capítulo dedicado a la soberanía alimentaria, en la que no se logró
-como aquí lo estamos planteando- que se diera como un derecho del pueblo, pero sí se obtuvo la explicitación de muchos compromisos que el Estado debía tener con respecto a los campesinos e indígenas.
          ¿Qué fue lo que pasó? A partir de la Constitución de 2008 se aprueba y se refunda el Estado de Ecuador y queda el desafío de constituir las leyes que pongan en aplicación esos puntos de la Constitución. Obviamente, los puntos de la Constitución no son suficientes para que esto tenga aplicación.
          Acabo de volver del Congreso de Coordinadoras Latinoamericanas de organizaciones del campo en Quito y puedo decir que la lucha de poder es tremenda porque las leyes que se están generando –la del agua, tierra y soberanía alimentaria- no responden para nada a las necesidades e intereses de esos campesinos e indígenas.                   
          Dentro del mismo gobierno de Correa hay sectores ligados al agro negocio y a los intereses corporativos que están frenando el avance de estas propuestas. Se han producido movilizaciones y rupturas con el movimiento indígena por la minería, el agua, la tierra y la soberanía alimentaria y podemos decir que la lucha es fuerte.
         
          Entonces rescato lo que estábamos planteando a lo largo de estas conversaciones, que es la esencia política de la soberanía alimentaria, que como decía Nahuel, los movimientos sociales, las organizaciones campesinas, los trabajadores rurales en la calle son los que van a defender esa esencia de la soberanía alimentaria.
          Por eso, la primera invitación que hago para continuar este proceso es que el grupo que está impulsando todo esto se comprometa a una próxima reunión donde haya una masiva participación de organizaciones de base, del Movimiento Nacional Campesino Indígena, que es la Vía Campesina en la Argentina, y de todas aquellas organizaciones que, como los compañeros de COMPA aquí presentes, están trabajando por hacer realidad en la calle la soberanía alimentaria.
          Creo que esto es fundamental porque lo que debemos entender es que la disputa de poder que estamos enfrentando es tremenda y es terminal. Hoy en día el capitalismo ‑no sólo el neoliberalismo en la etapa que pasó‑ está llevando al planeta al borde del colapso. Esta no es una frase catastrófica de un ecologista loco. Hace 25 años nos decían eso. Hoy lo estamos viendo.
          Hoy en Japón están decidiendo sobre el futuro de la biodiversidad en la cumbre de Nagoya, donde seguramente hay un montón de funcionarios de la Argentina donde lo que sin duda están haciendo es poniendo en remate la biodiversidad.
          En Cancún, a fines de noviembre va a ser la Cumbre sobre Cambio Climático y otra vez allí estarán los grandes mercaderes, buscando cómo hacer negocios con el clima, con las patentes, etcétera. Ahora están negociando con nuestras semillas y nuestras plantas medicinales en Japón.
          Entonces, realmente es el momento de construir una alianza muy amplia, mucho más allá de todo sectarismo y chauvinismo. Si no construimos una fuerte alianza, estamos realmente en el horno -y esto con el cambio climático es literal- y tenemos el desafío de construir estas alianzas.
          Es muy importante que esto avance no hacia una ley de soberanía alimentaria sino hacia preguntar a las comunidades locales, a las organizaciones campesinas, qué es lo que se puede aportar en este proceso, porque podemos hacer una hermosa ley de soberanía alimentaria pero que esté absolutamente vacía de cuerpo y de contenido. Entonces, debemos fortalecer los procesos sociales y el trabajo a nivel local.
          Quiero agregar una cuestión sobre semillas que es clave en Argentina y donde sí se puede hacer mucho desde el Congreso. En cuanto al desafío que viene a futuro y en cuanto a la crisis climática, traje una publicación de circulación libre ‑que también se puede descargar de Internet‑ para compartir con ustedes, donde junto con la Vía Campesina hemos analizado cómo este modelo de agricultura industrial es uno de los principales responsables de la crisis climática, cómo casi el 50 por ciento de los gases de efecto invernadero son producidos por este modelo de agricultura. Y al mismo tiempo, cómo esta agricultura de base agroecológica, campesina, indígena, es la solución para la crisis climática.
          Entonces, debemos avanzar en esa dirección porque los compañeros y compañeras con los que hace más de 20 años venimos recorriendo un camino tenemos ya respuestas que se pueden dar y lo que hay que pelear es por construir una alianza fuerte que mirando las necesidades de nuestro pueblo avance hacia la soberanía alimentaria, pero no pensando sólo en una bonita ley sino en un cambio estructural que nos permite vivir mejor a todos los argentinos. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Agradecemos la presencia de Carlos Custer, diputado nacional del mandato cumplido, y pasamos la palabra a Gustavo Tito, de IPAF, Región Pampeana del INTA.

Sr. Tito.- Voy a ser breve porque han abundado en muchos conceptos que tenía anotados y que en realidad enriquecieron con sus exposiciones. De todas formas voy a plantear lo que entiendo que puede ser una contribución desde el rol del Estado para discutir este tema de soberanía alimentaria y de la agricultura familiar en particular.
          Está claro que siempre hablamos de soberanía cuando está en peligro. No es casualidad que la definición de soberanía alimentaria aparece a fines del siglo pasado. Nuestra propia generación ha comido en un marco de libre soberanía alimentaria y en nuestra infancia no veíamos ese tema con peligro. Esto hace que necesariamente cuando aparece el término soberanía alimentaria uno comienza a plantearse qué es lo que estamos diciendo con eso.
          Voy a ser un poco reiterativo pero básicamente significa contestar las cinco preguntas clásicas de la soberanía alimentaria, que es qué, para quién, dónde, con quién y cómo producir.
          En la medida en que un pueblo pueda contestar esas cinco preguntas, con la comunidad organizada, participando, y pueda tomar las decisiones democráticas al respecto, ejerce plena soberanía alimentaria. En la medida en que algunas de esas preguntas ‑todas o parcialmente‑ no las podamos contestar o ni siquiera nos las preguntemos, no estamos ejerciendo soberanía alimentaria, y lo más importante es que otro, que no es la comunidad organizada, la está ejerciendo.
          Inevitablemente, para poder contestar estas preguntas se necesitan dos actores claves: las organizaciones que pueden participar y ser protagonistas de esas preguntas -hablamos de todos los actores sociales, desde los productores a los consumidores, pasando por todos los actores- y el Estado.
          Y es inevitable que este tipo de preguntas en la Argentina generen conflicto. De hecho así lo hacen. En cada uno de los estallidos sociales que hubo en la Argentina, lo que se disputó fue la soberanía alimentaria, donde todos los actores se acomodan para poder responder estas preguntas. En la medida en que un actor puede decir dónde produce, cuánto, cómo y para quién, maneja el tema soberanía alimentaria.
          Hablo desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y desde los Institutos para la Agricultura Familiar. Nosotros mismos somos producto de una disputa entre las organizaciones y el Estado. Por demanda de las organizaciones se crean los IPAF en el año 2003. En esa misma demanda las organizaciones de la agricultura familiar crean y presionan para que haya una Secretaría de Agricultura Familiar a nivel nacional.
          Lo que quiero decir con esto es que si no hay una relación dialéctica entre las organizaciones y una convicción por parte de las organizaciones y los compañeros funcionarios del Estado de que aquí estamos disputando un modelo y que merecemos que el Estado responda a esto, no vamos a encontrar un camino, y sí lo vamos a encontrar, aunque para algunos parezca el vaso lleno y para otros parezca el vaso vacío.
          La realidad es que la discusión sobre la soberanía alimentaria entre las organizaciones y en relación con el Estado es necesaria. Si no, se deja de lado y otros comienzan a contestar esas preguntas, y otros utilizan al Estado para contestar esas preguntas.
          Entonces es clave nombrar y reconocer cada uno de esos pasos que ya se lograron. Y hay otros logros en otras áreas. Está es la ley nacional de microcréditos; la ley de marcas colectivas; el monotributo social agropecuario. El SENASA mismo hace poco tiempo armó una comisión para tratar la agricultura familiar. Podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío, pero todo esto es producto de la presión de las organizaciones en relación con el Estado, porque están reconociendo que el Estado también es parte de esto. Y si no ponemos la soberanía alimentaria en esa discusión no estaremos jugando en primera.
          Ahora debemos estar jugando en tercera y uno puede decir que esto sea funcional o no a otros intereses, pero así como hay que recuperar a la escuela pública, hay que recuperar al Estado, al INTA y al INTI, para trabajar por la soberanía alimentaria, porque es obligación que así funcione.

Es en ese sentido donde nosotros estamos trabajando.
          Quisiera referirme básicamente a dos preguntas que no me parecen menores. Tenemos el tema de la tierra ‑que es un tema mayor y que no voy a discutir‑, pero no debemos olvidarnos de con quién y cómo producimos. Si no discutimos la cuestión tecnológica, si no discutimos la soberanía tecnológica, volvemos a lo mismo y a ser funcionales.
          Con respecto a quién, en este momento nosotros pensamos que uno de los actores clave para la soberanía alimentaria es la agricultura familiar porque es el actor del campo que más empleo genuino genera, es aquel en el que la mano de obra no es un costo sino un bien, es aquel en el que la mano de obra tiene visión intergeneracional y por lo tanto está pensando en el desarrollo sustentable.
          Hoy, los países europeos no saben salir de la crisis y la única forma en que pueden hacerlo es si generan empleo. Tenemos un actor que por definición lo genera, y genera alimentos. Justamente cumple dos funciones: genera alimento sano y empleo. Y esto me hace pensar en otra cosa: nosotros tenemos que comenzar a pensar que no solamente somos un país exportador sino que además somos un país que tiene un valioso mercado interno. Al mercado interno alguien lo está codiciando –esto ya lo dijeron varios‑, y no podemos negarnos.
          Tal como lo señaló el INTI y lo indican nuestros estudios, pueblos enteros de la zona de la Pampa Húmeda no tenían alimentos; hoy no hay cordones tamberos alrededor de los pueblos, no hay cordones hortícolas. Hay que pensar en un mercado de proximidad. Pueblos de 40 o 50 mil habitantes, o de 13 millones de habitantes, en la Capital Federal o el Gran Buenos Aires es un negocio que también tenemos que  disputar desde el Estado y desde las organizaciones.
          No hay que pensar en un país agroexportador necesariamente porque alguien se está haciendo cargo del mercado interno. Generando mercado interno bajamos los costos energéticos, generamos empleos genuinos, rescatamos la cultura. Y no estoy hablando de las aldeas para darle de comer al pueblo más cercano, sino de darles los mismos alimentos que se producen ahora con una tecnología distinta, porque se puede producir con una tecnología de base agroecológica totalmente relacionada con el medioambiente.
          No caigamos en esta discusión Malthusiana de que el mundo necesita alimentos porque volvemos a confundirnos. Es tal la complejidad, que si Malthus se levantara no entendería lo que está pasando. Y tendría razón, porque la complejidad es tal, que nosotros tenemos que pensar en poder tener alimento diverso, variado, con gente produciendo alimentos, a mucha más gente. Nosotros calculamos que cada feriante en una feria de la agricultura familiar le da de comer a una o dos familias. Cualquiera diría que esto es poco, pero es un sistema que se reproduce dos veces. Ahí tenemos un impacto muy grande. Alguien podrá decir que no es importante, pero, caramba, se le puede dar alimento sano a mucha población.
          Creo que nosotros tenemos que ponernos metas relacionadas con este concepto de soberanía alimentaria para ponerlo en funcionamiento. De acá al próximo centenario tenemos que poder decir que más del 50 por ciento del mercado interno está en manos de la agricultura familiar. Esta es una meta lograble en la Argentina y que pocos países del mundo pueden proponerse. Para ello tenemos un camino largo: hay que generar normativa específica, comercialización, acceso al agua, acceso a la tierra. Hay que tener la ambición de decir que la mesa de los argentinos va a estar mayormente constituida por productores argentinos que producen alimentos.
          Esto es discutible en la mesa de los agro negocios; digámoslo claramente. No son discursos separados. Si no lo decimos, lo estamos entregando. Hagamos una propuesta para avanzar, avancemos en políticas universales –que son inmediatas y necesarias‑ pero también avancemos en una nueva construcción política con el Estado, que es la de la gestión asociada. La participación de la gestión de las organizaciones con el Estado es lo nuevo y es lo que estamos aprendiendo a trabajar en la Argentina. Si ponemos la gestión asociada y el protagonismo de los alimentos junto con el Estado, podemos llegar a estas metas que planteo, que son metas que nos van a permitir posicionarnos para discutir en serio la soberanía alimentaria. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Antes de pasar al próximo expositor queremos agradecer la presencia de la Federación de Judiciales de la Argentina. También queremos agradecerle a la señora diputada Merchán, quien nos hizo llegar su adhesión y hasta recién estuvo presente Silvina Ferreira, su asesora. Desde el despacho de la legisladora Merchán están haciendo un trabajo muy profundo sobre el tema agrotóxicos, pero hoy tuvieron que retirarse y por ello dejan su adhesión.
          Les pedimos brevedad en las exposiciones a fin de poder hablar todos. Tiene la palabra a continuación la señora Tamara Perelmuter, integrante del Grupo de Estudios Rurales del Instituto Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires. Le pedimos a la señora Moira Millán, de la organización de originarios Ñukemapu que se vaya preparando porque es la siguiente oradora.

Sra. Millán.- Quisiera saber si se puede alterar el orden porque tengo que retirarme.

Sra. Perelmuter.- No tengo inconvenientes.

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Moira Millán.

Sra. Millán.- Es muy difícil arrancar y empezar a hablar cuando me acaban de avisar que un compañero, un hermano nuestro mapuche, el lonko Abelardo Sepúlveda, de la provincia de Chubut, aparentemente falleció. Seguramente ustedes no estén al tanto, pero en el día de ayer le quemaron su casa y lo balearon. Este hermano llevaba años en la lucha por su tierra. Lamentablemente él vivía en un lugar estratégico, cerca de las tierras del latifundista Benetton.
          En la provincia de Chubut, la lucha por el territorio, por lo que llamamos autonomía alimentaria, por la autodeterminación de los pueblos –porque no es solamente el pueblo argentino el que se debate en sus derechos sino también el pueblo mapuche, el pueblo tehuelche‑, está generando un escenario de confrontación que se dirime entre la vida y la muerte. Es terrible estar acá tratando de aportar ideas para ver cómo podemos seguir reafirmando nuestro derecho no sólo a determinar nuestra alimentación sino también a cómo reconstruir el arte de habitar que como parte de la Nación mapuche nosotros hemos llevado adelante, y tener que darles la noticia de lo que ha pasado.
          Creo que es fundamental que los parlamentarios se comprometan a armar una comisión veedora, a ir a la provincia de Chubut, porque este señor Mario Das Neves me parece que está completamente desquiciado y realmente el gobierno de la provincia se ha convertido en sicario de las transnacionales, que van avanzando con determinación de muerte hacia quienes estamos queriendo pelear por nuestros derechos.
          Llegué tarde porque estamos con todos estos problemas y conflictos y de hecho me tengo que ir a otra reunión. Pero hay varias cosas que quiero comentarles rápidamente. En primer lugar, quisiera mostrar que la relación de tensión entre el Estado-Nación y nosotros, los pueblos originarios, ha sido constante. Por ahí se habla de que los monocultivos son novedosos, pero en el caso del pueblo mapuche las tierras les fueron arrebatadas y despojadas con el interés de un modelo económico en ese momento agroexportador. Nosotros sufrimos el expansionismo del trigo y de la ganadería justamente en miras de exportar, pero para nosotros significó una transformación alimenticia importante.
          La corona británica, que siempre tuvo sus intereses ‑y aún los tiene en la Patagonia‑, se vio beneficiada por ese trazado económico y de desarrollo que ellos estaban precisando; toda esa instauración de modelo económico fue de represión, de militarización y de persecución hacia nosotros. Lamentablemente, a doscientos años eso continúa con otras formas y sutilezas pero nos siguen persiguiendo, judicializando y nos siguen matando, como acabo de comentar lo que le ha pasado a Abelardo.
          En el caso de las instituciones tales como el SENASA, hemos tenido las peores experiencias con sus inspectores, quienes son patoteros y se manejan con modos tipo militar y trabajan en lugares estratégicos, conjuntamente con Gendarmería, confiscan, requisan, se aprovechan, coimean, intimidan a nuestra gente con leyes que justamente resguardan la calidad y la salud de la población a través de la alimentación, pero que recelan nuestro derecho al libre intercambio. Exigen tales niveles de infraestructura para el traslado de la carne y de los alimentos que jamás los vamos a poder llegar a obtener, y ello dificulta nuestro intercambio.
          También hablo de la penalización del derecho a la tierra. Porque ahora los pueblos originarios estamos de moda y somos casi como una pieza decorativa, folklórica y bonita. Recién le preguntaba a un compañero si estaba penalizada la recuperación territorial, el conflicto que el pueblo mapuche está llevando adelante en la Patagonia con niveles de represión enormes.
           Yo me encuentro viviendo aquí desde el mes de marzo porque estoy también amenazada de muerte. Si aquí en la provincia de Buenos Aires las comunidades mapuches –a las que visito y comienzo a conocer ahora- empezaron a recuperar territorio –no a debatir si la soja sí o no, sino a arrebatarle territorio a la concentración sojera-, entonces me pregunto si los legisladores y representantes de sectores sociales nos acompañarían en la reafirmación de los derechos y en la libre autodeterminación.
          Ojalá que sí, porque estamos muy cerca de empezar a conflictivizar esta problemática, que es el despojo de la tierra, y comenzar a hacer catarsis y ver cómo la soja viene depredando territorios, cuando la idea es arrebatarle ese escenario a los sojeros.
          Eso es lo que nosotros estamos haciendo allá en el sur con las mineras, las petroleras y estas empresas extractivas que van destruyéndolo todo.
          La nación mapuche está invadida por dos estados sojeros: el chileno y el argentino. Yo sé que a mucha gente le choca que hable así, pero soy parte de esa nación invadida. Es como si le pidieran a un palestino que hable como parte del proceso de desarrollo de Israel.
          Nosotros somos una nación que fue invadida; lo fue apenas ayer. No llegamos ni a 200 años de haber sido invadidos. Tenemos memoria reciente de cuál era nuestro territorio, nuestra alimentación, qué producíamos y cómo intercambiábamos. Hoy, los estados chileno y argentino impiden el libre tránsito no solamente de nuestros productos sino de nuestros saberes y nuestra medicina.
          Se habla mucho del ALBA como el intercambio entre los pueblos, pero son respuestas que se dan en el marco del diálogo de los Estados nación y donde los pueblos originarios quedamos totalmente ajenos. Pensamos en el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Insisto con pluralizar “pueblos” porque se ha hablado mucho del “pueblo” y la verdad es que estamos cohabitando muchos pueblos. La idea es generar un pacto de cohabitabilidad que nunca lo hemos tenido. A los pueblos originarios nadie nos preguntó si queríamos este país o no. Este país se instaló a costa de la muerte, el despojo, los campos de concentración y la tortura. Ahora, los pueblos originarios queremos generar ese pacto de cohabitabilidad con otros pueblos y necesitamos hacerlo desde nuestros propios intereses.
          Entonces, repensar la geopolítica ancestral sería una forma de recuperar el diálogo posible entre todos los pueblos. Me parece que hablar de autonomía alimentaria es hablar de autodeterminación y es también referirse a que nos reconozcan en la plenitud de nuestros derechos. Debemos ser realistas porque podemos sacar los mejores discursos, pero a nuestros territorios los están militarizando. Los paramilitares y los parapoliciales son una existencia real y tangible.
          Nosotros denunciamos al empresario Marcelo Tinelli por haber cercado el camino vecinal de la localidad de Río Persei. Si ustedes lo quieren atravesar caminando, como lo hacemos nosotros, les sale gente armada a impedir el paso.
          Se hizo realidad la militarización y la instauración de fuerzas paralelas con la venia del Estado. Concretamente, el Estado no garantiza nada. Por eso digo que el Estado no sólo se ha vuelto sicario de las transnacionales sino que son una cáscara que ya no contiene ni garantiza nada. Las transnacionales son las que trazan y definen la política y la vida social y económica de la gente.
          Entonces, en ese escenario de confrontación cada vez más radical y profunda, ¿desde qué lugar nos vamos a parar nosotros? ¿Vamos a creer que es posible que este Estado que no garantiza nada nos siga despojando y permitiendo muertes impunes como la de Abelardo? ¿Vamos a sentarnos a esperar que salga la solución? ¿O saldremos a defender este derecho al territorio y, como siguen las cosas, lamentablemente defenderlo con armas? Porque es terrible lo que nos está pasando.
          Les pido un compromiso. En primer lugar, repensar las leyes represivas. Por un lado hablamos de la soberanía alimentaria y por el otro tenemos sancionada luna ley antiterrorista. Esto quiere decir que yo mañana voy con mis hermanos a recuperar territorios a la Sociedad Rural o a personajes como Martínez de Hoz, que sigue disfrutando y gozando de su riqueza, y seguramente este Estado no va a dudar en poner todo el peso de la ley contra nosotros. Eso va a ser así.
          Entonces, la soberanía alimentaria y la autonomía alimentaria tienen que ir de la mano para ir tirando abajo esas leyes represivas porque son las cercaduras que tenemos los pueblos para ir hacia la autonomía. (Aplausos.)
          Tenemos muchísimas cosas para compartir. El diálogo lo queremos tener con ustedes de manera directa. No lo queremos tener con el INTA, que es una institución nefasta que nos quiere convencer que desde una parcela chiquitita de territorio nosotros, haciendo un invernáculo, resolvemos nuestro problema alimentario. Mientras tanto, dejamos que Benetton acumule un millón de hectáreas. Salgamos a recuperar territorio. Repensemos la economía desde la soberanía plena y desde el control de nuestras propias vidas. Estos sectores institucionales también van a tener que ponerse a la altura de los procesos de los pueblos.
          Ya veremos un espacio para el diálogo, pero les pido un acompañamiento en la lucha que vamos a tener porque hay que salir a arrebatarles territorio a estos señores. (Aplausos)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Tamara Perelmuter.

Sra. Perelmuter.- Agradezco la invitación. La verdad es que es muy difícil hablar luego de lo que aquí se ha comentado, pero voy a tratar de enfocarme en mi tema.
          No voy a agregar ninguna novedad que no se haya dicho. Me refiero a que la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir su política agraria y alimentaria. Es un concepto que surge en el 96 y que está profundamente enraizado en las luchas campesinas. Nació en la necesidad de crear discursos y prácticas alternativas que pudieran dar cuenta de las realidades que estaban siendo avasalladas por un modelo biotecnológico que ya estaba incipientemente en proceso a mediados de los 90.
          Como se repitió muchas veces aquí, la soberanía alimentaria tiene que ver con el control de todo el proceso productivo por parte de los productores.
          En este sentido, pensar a la semilla como el primer eslabón de la cadena alimentaria es fundamental. Históricamente, las semillas fueron consideradas bienes comunes, no entendidos como recursos productivos o valores de cambio, como planteó una expositora con anterioridad. Se los analizaba como aquellos elementos del entorno que se producen y se transmiten en situación de comunidad.
          Son esas comunidades campesinas e indígenas que durante miles y miles de años recolectaron, almacenaron e intercambiaron libremente las semillas generando la construcción colectiva de un conocimiento acumulado.
          Tampoco es una novedad que en los últimos tiempos estos bienes comunes vienen siendo parte de un proceso constante y más avasallante de mercantilización. En el caso de las semillas hay dos mecanismos que se refuerzan mutuamente que hacen a la mercantilización de las semillas que tienen que ver, por un lado, con las transformaciones tecnológicas. Acá me refiero a los  híbridos y transgénicos, fundamentalmente. Por otra parte, hablo de los cambios en las formas de apropiación, donde las semillas se vuelven productos de alto valor agregado que son plausibles de ser apropiados por las empresas transnacionales.
          Y aquí me voy a detener en la idea de la mercantilización mediante la propiedad intelectual de las semillas. Hay dos formas de ejercer la propiedad intelectual de las semillas. Por un lado, tenemos el derecho obtentor, que es el derecho de los agrónomos que producen variedades mejoradas para explotarlas en exclusividad. Y, por otra parte, tenemos las patentes, que es un derecho exclusivo otorgado por el Estado en invención. Aquí hay que rescatar que las patentes son para invenciones y no para descubrimientos.
          En el último tiempo ha habido una ofensiva muy grande para otorgarle a los derechos de obtentor elementos propios de las patentes.
          Esto es así, fundamentalmente, porque lo que permite la biotecnología es el patentamiento de los genes. La manipulación genética es considerada una manufactura y entonces los genes pueden ser patentados. Esto genera un enorme campo desconocido anteriormente, que es el patentamiento de la vida.
          Las incidencias de la propiedad intelectual en las semillas, pensando en la soberanía alimentaria, son muchas, pero me voy a referir a cuatro.
          Por un lado, impacta directamente en los derechos de los productores a producir sus propias semillas, intercambiarlas, almacenarlas. Esto está llevando a una criminalización del intercambio de semillas, una práctica milenaria de los campesinos e indígenas.
          Por otro lado, el patentamiento de las semillas refuerza los procesos de concentración, al mismo tiempo que las regalías aumentan el precio de las semillas, lo que impacta directamente sobre los productores y los consumidores.
          Asimismo, debemos analizar los impactos que esto está teniendo sobre la biodiversidad.
          ¿Qué sucede en la Argentina? En nuestro país la propiedad intelectual de los derechos de obtentor está regida por la ley de semillas y creaciones fitogenéticas, que es del 73, reformada en el 91 y que todavía tiene un pequeño resquicio que dice que los productores, a excepción de su venta comercial, todavía conservan el derecho a producir sus semillas libremente.
          Ahora bien, en los últimos años y fundamentalmente en los últimos diez, se produjo un fuerte cuestionamiento a la libre circulación de las semillas por parte de los agricultores. Se dice que viola el derecho de propiedad intelectual y que, además, esto ha generado un enorme mercado ilegal de semillas.
          A partir sobre todo del año 2003 se han empezado a presentar varias propuestas de modificación a la ley de semillas, fundamentalmente apuntando a recortar el derecho de los productores a guardar, intercambiar y regenerar sus propias semillas.
          En el año 2007 hubo una nueva propuesta formulada por el entonces secretario de agricultura, Javier Urquiza, propuesta que había sido elaborada por el entonces y actual representante de ASA, la Asociación de Semilleros Argentinos, pero el conflicto del campo dejó esta propuesta en suspenso.
          A partir de septiembre de este año volvió a aparecer con fuerza esta propuesta. En ese momento la CONASE aprobó una modificación de la norma. Esto fue anunciado por el secretario de Agricultura y muy apoyado desde la Asociación de Semilleros Argentinos. En palabras del mismo secretario, esto permitirá el desembarco en el país de los últimos adelantos biotecnológicos.
          Si bien la propuesta ya está bastante cerrada, aún no ha sido presentada en el Congreso de la Nación pero las declaraciones públicas, tanto del secretario como de las cámaras semilleras, afirman que el único detalle que falta terminar de modificar es el mecanismo de cobro de regalías. Luego de eso la propuesta entraría a consideración de la Cámara de Diputados y de Senadores.
          Me pareció que era importante traer este asunto a la audiencia pública, sobre todo porque es un tema que va a estar en la agenda parlamentaria y no sé hasta qué punto también en la agenda pública; eso depende de nosotros.
          La verdad que el de semillas, el de regalías, el de propiedad intelectual y el de apropiación de semillas son temas que están bastante poco problematizados y me pareció que era importante poder traerlos al debate.
          Por eso retomo la propuesta de Carlos Vicente, de invitar y trabajar este tema fundamentalmente con las organizaciones que sufren día a día el avasallamiento de sus derechos y de sus saberes.
          Vuelvo al principio de mi exposición. Me parece que lo que hacen las patentes es transformar el sentido mismo del término "semillas”, tanto para las empresas como para las legislaciones que las amparan. Ya no se trata sólo de recursos productivos, como podía ser hasta hace un tiempo, sino de invenciones. Las semillas aparecen como manufacturas que pueden ser pasibles de ser apropiadas y patentadas. Según estas legislaciones, los productores se transforman en meros arrendatarios del germoplasma que poseen las empresas biotecnológicas.
          Sin embargo, como ya se dijo aquí, este no es el único sentido y por suerte las comunidades y las organizaciones indígenas, campesinas y de trabajadores rurales están constantemente resignificando y generando una disputa de ese sentido para seguir entendiéndolas como bienes comunes.
          Como dice la Vía Campesina, la semilla, al igual que el sol, la tierra, el agua y el aire son generadoras de la riqueza, la naturaleza y la identidad de los pueblos.
          Como también se planteó al comienzo de esta audiencia, la propuesta de la Vía Campesina es que las semillas puedan ser transformadas en patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Ladislao Lemos, del Centro de Estudios de Producciones Agroecológicas.
          Reitero el pedido de que sean breves con sus exposiciones, porque no nos queremos ir sin escuchar hasta el último de los inscriptos.

Sr. Lemos.- Voy a tratar de ser lo más breve posible y voy a presentar un caso concreto de una acción con la que creemos estamos contribuyendo, aunque sea embrionariamente, hacia una soberanía alimentaria.
          Nosotros no concebimos la soberanía alimentaria sin un proceso de construcción, tocando la tierra y produciendo al menos algo. También entendemos que es un derecho el acceso al alimento en cantidad, en calidad y en seguridad. ¿Por qué hablamos de seguridad? Porque los alimentos están siendo contaminados por el uso de agroquímicos, quedan restos en los tejidos de la planta y eso es lo que estamos consumiendo.
          También concebimos que la soberanía alimentaria tiene que estar incluida en un proyecto de país porque si no, es como una mesa a la que le faltan patas.
          Por eso queremos contribuir al proyecto de país que queremos, porque de lo contrario es imposible trabajar la soberanía alimentaria y todo lo que ello implica.
          Nosotros tenemos un proyecto de agricultura urbana que está funcionando en Rosario, y estamos trabajando con sectores de extrema pobreza, provenientes de las migraciones internas que tiene nuestro país y que se asentaron en Rosario con conocimiento de la actividad agropecuaria. Entonces, el primer recurso al que apelamos fue al conocimiento de la gente, y también la oportunidad que daba la situación de que las fábricas no toman obreros con más de 40 años y con bajo nivel de instrucción.
          Así fue como ideamos la agricultura urbana como una forma muy concreta de conseguir ingresos y con una visión agroecológica, porque la agroecología plantea varios elementos para la construcción de una política alimentaria, que se articulan y permite construir un proceso político a beneficio de los intereses del pueblo.
          La agroecología tiene una visión social, económica, ambiental y política. Haciendo una huerta se pueden empezar a trabajar todas estas cuestiones.
          Uno de los motivos que dio origen a este proceso es que trabajamos con la oportunidad que dio la crisis del 2001. Esto también posibilitó bajar los niveles de enfrentamiento que tenían los barrios, porque nosotros nos caracterizamos por enfrentarnos entre nosotros y eso conspira contra la construcción de la soberanía alimentaria y también contra la soberanía política.

          Si estamos peleados por cualquier cosa, los sectores de poder aprovechan estos déficit que tenemos como sociedad y hacen su campaña. Hoy se valen de los medios para atacarnos porque las Fuerzas Armadas ya no golpean ni al Estado, sino que la fuerza de los medios lava la cabeza de la gente y mete cualquier información que no sabemos en qué usinas se origina y qué intereses persigue. Y a veces nosotros caemos y nos peleamos entre nosotros.
          La agricultura urbana es un proceso productivo para generar ingresos. Respecto a la forma de comercializar nosotros ideamos un sistema de comercialización que está fuera de los supermercados, que tienen intereses empresariales. No nos interesa conquistar los supermercados pero sí nos interesa fortalecer estos sistemas de mercado que tenemos, que son las ferias, los bolsones puerta a puerta y el proceso de dar valor agregado. La realidad de algunos consumidores es que trabajan y no quieren ya cocinar en sus casas. Para eso nosotros ideamos una agroindustria en la que diseñamos bandejas con ensaladas, relleno de tartas y sopas, para el invierno sobre todo. Con esto se da un valor agregado y entra más dinero a los productores.
          También tuvimos muchos problemas con el mercado convencional de Rosario, pero negociamos con él y le dijimos que no queríamos competir porque nosotros no íbamos a entrar en sus puestos sino que íbamos a estar en las plazas públicas o en las calles. Por otro lado, nosotros les dijimos que íbamos a vender una variedad que producimos sin agroquímicos, por lo que no entraríamos en competencia. Tanto es así, que fruta todavía no vamos a hacer.
          Por otra parte, vamos a bajar los niveles de violencia que hay en los barrios pobres. ¿O qué prefieren? ¿Que esta gente esté desocupada y que conspire contra los supermercados? En el mercado de Rosario, la villa de San Francisquito está a la entrada, y todos saben las consecuencias que esto tiene en el mercado de pobreza.
          Respecto del tema ambiental hemos ocupado los terrenos baldíos que muchas veces en la ciudad son ocupados por basurales o pastizales y que por ahí esconden a la gente de mal vivir o producen mosquitos, alimañas y otras yerbas. Entonces, la agricultura urbana trabaja sobre los terrenos que no se pueden construir por ahora, pero también es cierto que en ese ínterin hay que construir una base social capaz de defender el proyecto. Este es otro problema que tenemos los argentinos. Si nosotros no construimos una base social fuerte capaz de defender las cosas es imposible trabajar la soberanía alimentaria, que es mucho más compleja.
          Tenemos muchas dificultades, pero creemos que este es un embrión para trabajar en cosas concretas, con la mano en la tierra y en pos de la soberanía alimentaria. Me quedan muchas cosas para contarles pero también quiero escuchar otras experiencias. Muchísimas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora María Elena Saludas, de ATTAC. Y le pedimos a la señora Octorina Zamora que se prepare porque va a ser la siguiente oradora.

Sra. Saludas.- Buenas tardes a todas y todos. Agradezco a la diputada Liliana Parada por esta iniciativa y por invitarnos, así como también a todo el grupo de chicos y chicas que han trabajado en la mesa de trabajo por la soberanía alimentaria y en especial a todos los que han quedado.
          Hay muchos que por ahí conozco de nombre y he tenido acceso a opiniones y documentos a través de mails, a quienes agradezco porque yo he aprendido mucho a lo largo de todos estos años en este intercambio de conocimientos y experiencias. Voy a tratar de ser lo más breve posible.
          En primer lugar, esta experiencia que cuenta Lucho es realmente digna de verse y deberían andar por Rosario para ver lo que se está haciendo. Este fin de semana estuvieron dos asesoras de la diputada Liliana Parada.
          Pero también tenemos otra fotografía de Rosario. Esto no es sólo Rosario. Rosario es la fotografía de este modelo de desarrollo basado en las exportaciones, en el monocultivo de soja –que fundamentalmente se ve en nuestra ciudad‑, de eucaliptos, en la minería a cielo abierto, con el mito de que esto nos va a llevar al desarrollo y que vamos a seguir creciendo y que vamos a terminar con la pobreza.
          Rosario también es la fotografía de lo que es funcional a este modelo de desarrollo, que es la iniciativa de la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, o sea el IIRSA. Por Rosario pasa uno de los doce ejes de este proyecto que está en marcha desde el año 2000, desde Paraguay hasta su desembocadura en el Río de la Plata, y que da cuenta de los daños que produce el proyecto, que tiene por objetivo no comunicar a los pueblos, sino sacar las materias primas de toda América.
          Eso es Rosario como también es Rosario los barrios marginales –que alguno mencionó‑ y como es también hoy con los grandes emprendimientos inmobiliarios que tienen que ver con este modelo productivo, y con la soja sobre el Río Paraná, sin respetar la costa. Realmente, repito, es una fotografía.
          Tomando algunos aspectos puntuales, destaco algo que dijo el diputado Eduardo Macaluse. Cuando se habla de soberanía alimentaria también hay que pensar esta alternativa dentro del marco de una crisis profunda del sistema capitalista en la que estamos inmersos, una crisis multifacética que se presenta como una crisis alimentaria, crisis climática, crisis energética, crisis civilizatoria. ¿Qué quiere decir crisis civilizatoria? Que está en riesgo la humanidad toda.
          Por lo tanto, es urgente que de la forma como podamos y desde los espacios en los que estemos trabajando nos articulemos, nos unamos, hagamos alianzas –como decía Carlos Vicente‑ porque es urgente la necesidad de un cambio.
          El tema del modelo de desarrollo es clave para poner en debate. Estamos frente a un modelo de distribución, producción y consumo capitalista. Este debate se dio mucho en la Conferencia Mundial de los Pueblos, el porqué del cambio climático, la vinculación con el sistema capitalista. Aunque todo esto parece ser apocalíptico, quiero volver al año en que surgió el principio de soberanía alimentaria que acá se dijo en reiteradas oportunidades.
          El principio de soberanía alimentaria –digo principio y no definición‑ surge en 1996 en el marco de una conferencia de la FAO, cumbre mundial de la alimentación. Entonces, se hace la contra cumbre, es decir, la cumbre de los pueblos. Allí hubo organizaciones y movimientos sociales, estuvo Vía Campesina –que surge en 1992‑ y estuvo la CLOC –Confederación Latinoamericana de Organizaciones Campesinas‑, que surge en 1994. ¿Por qué nombro estos años? Porque se trataba de una época muy embromada, cuando se hablaba del fin de la historia, del fin de las ideologías, plena época de políticas neoliberales.
          Sin embargo, había resistencia y lucha. No sólo en Roma sino también acá. En 1994 surge el Movimiento Zapatista, cuando se tapan la cara para hacerse visibles, cuando salen a decir no a un tratado de libre comercio que se acababa de firmar. Era una época muy difícil. Ahora también lo es, pero creo que vale la pena seguir intentando y tomar estas banderas de lucha que nos marcan un camino.
          Este principio de soberanía alimentaria es una alternativa, no es una definición sino una ética de vida, como leí por algún lado, y otra manera de ver el mundo. Creo que este tema de retomar estos principios de búsqueda de alternativas, de articulación de luchas, tal como propone Vía Campesina es un principio de articulación de resistencias y de lucha por la tierra, por las semillas, por el agua, por otra manera de vincularnos y que en algunos lugares estamos empezando a caminar.
          Lo que contaba el compañero de Rosario es una manera de hacerlo.  Creo que se avizoran caminos –con sus contradicciones- en América latina. La solución no viene sólo de Argentina. Tenemos que pensar en procesos de integración nuevos como el ALBA y el Tratado de Comercio de los Pueblos. Hay que pensar en una nueva arquitectura financiera regional y en un Banco del Sur que apoye estas iniciativas, estas luchas y este transitar hacia un nuevo modelo de desarrollo con otra moneda. Asimismo, tenemos que caminar, presionar e insistir.
          Al comienzo de esta reunión el señor diputado Macaluse habló de la necesidad de un nuevo sentido común. Alguien habló de un avance social fuerte. Y yo me animo a hacer referencia a la constitución de sujetos críticos.
          Desde ATTAC estamos participando de una iniciativa política que es la constituyente social, cuyo objetivo es constituir sujetos críticos y poner en debate el país que tenemos y el que necesitamos.
          Creo que este es el comienzo, no debe ser un evento sino constituirse en un proceso. Agradezco a todos por su atención y propongo seguir en la lucha y búsqueda de alternativas. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Octorina Zamora, de la comunidad Honat Le’Les.

Sra. Zamora.- Quería comentarles que la última vez que estuve presente en una audiencia pública duró 13 horas. Y cuando me volvieron a hablar de una audiencia pública me dio un poco de miedo porque cuando concurríamos a ellas íbamos con cadenas en protesta por los permisos que daban para los desmontes.
          Además, es una de las pocas veces que he escuchado hablar de soberanía alimentaria. Veo que hace mucho se está hablando de este tema, pero como yo vivo en las bases y en las comunidades esta clase de información no nos llega. Sería muy importante que este idioma lo pudiéramos manejar nosotros en todas las comunidades alejadas de las grandes ciudades para saber defendernos ante esta situación.
          Y esto me llevó a pensar en mi cultura –wichi- acerca de nuestra alimentación y el comportamiento que tenemos al respecto. En la Antigüedad o hasta hace un tiempo atrás tener a un niño desnutrido en nuestras chozas y comunidades era una vergüenza. Entonces, la familia trataba de ocultarlo dado que no había un motivo para que un chico estuviera desnutrido; tan sólo se trataba de un descuido. Hoy, cuando los responsables sanitarios o médicos concurren a las chozas de esas comunidades los padres los esconden a esos chicos. Eso es muy triste.
          En la época del gobierno de Menem la desnutrición se acrecentó dentro de las comunidades indígenas y no indígenas, ya sea de los criollos empobrecidos, de los parajes y de los campos. Nosotros no sabíamos cómo enfrentarlos si no conocemos cuáles son nuestros derechos.
          Desde las comunidades indígenas y los criollos empobrecidos hemos decidido venir a las ciudades y hablar con las personas que saben sobre los derechos para que nos lo transmitan, luego de lo cual haremos lo mismo en nuestras comunidades.
         
          Y aquí vemos cómo los pueblos indígenas hemos ido perdiendo espacios. Vemos que hay hambre, miseria, a lo que hay que sumar el deterioro ambiental, que se nota donde hay desmontes y aludes. No se trata tan sólo de una cuestión de la naturaleza sino también de una política de Estado que pareciera que quiere exterminarnos porque no se toma con seriedad la alimentación de los pueblos. A nosotros se nos ha impuesto una manera de alimentarnos que tiene que ver con el imperialismo de la alimentación. Y nos han hecho dejar lo que localmente consumíamos
          En el pasado cada familia tenía su cerco dentro del territorio tradicional. Y en todas las épocas de cosecha y de pesca siempre estábamos consumiendo porque considerábamos que ése era nuestro territorio. Hasta que empezaron a avanzar las empresas trayendo papeles donde decían que eran los dueños de las tierras.
          ¿Cómo hacemos frente a esta situación cuando desde el mismo Estado se crean organismos como el INAI o el IPIS que no se hacen cargo de esta política de exterminio hacia nosotros? Es imposible verlo desde ese lado. ¿Cómo vamos a generar alimentos si yo acá tengo hojas con el listado de las miles de hectáreas que otorga la provincia de Salta para el desmonte? Y en esas miles de hectáreas se encuentran nuestros territorios.
          No se respeta ni siquiera el espacio donde nosotros vivimos. Aclaro que vivimos cercados. Un ejemplo de ello lo constituye la comunidad de “La Emboscada” en el departamento San Martín ubicada en el municipio La Embarcación. Allí solamente les quedan 800 metros a las familias que están cercadas por fincas de personas que ni siquiera viven allí. La mayoría de esas familias está compuesta por analfabetos y discapacitados. ¿Dónde está la política de Estado que dice proteger a las comunidades indígenas?
          Ahora van hacia nuestro templo de vida y nuestros recursos que es la selva de yunga en el municipio de Embarcación que día a día se deteriora cada vez más. Allí se nos impone un modelo de sojización y no vemos ni un centavo porque hasta nos han sacado el derecho al trabajo. Antes, cuando se sembraban tomates y pimientos, nosotros podíamos esperar los camiones y salir a trabajar. Pero ahora, con la soja, lo que se utiliza es la maquinaria.
          Considero que si el Estado o los propios legisladores no ponen seriedad en la cuestión seguiremos siendo las víctimas de esta política de exterminio.
          Tengo muchas cosas para decir. Me siento mal porque no sé cómo comenzar. Sé que hay derechos, sé que hay leyes pero eso es letra muerta porque a la hora de reclamarlas, esas normas no existen para nosotros. Somos la gente más vulnerable, más abandonada por el Estado, pero creo que discutir sobre la soberanía alimentaria es un avance. Ojalá que estas audiencias se pueden hacer también dentro de las comunidades indígenas y dentro de los poblados donde hay criollos empobrecidos, porque si nosotros conocemos nuestros derechos aseguramos que estas multinacionales no avancen más.
          Vivo en el departamento San Martín, que es el más rico de la provincia de Salta, donde tenemos riqueza forestal, grandes campos, agricultura, ríos, y no es posible que allí los niños se estén muriendo de hambre y que los ancianos sufran necesidades.
          Por eso, quiero dejar la siguiente reflexión. Nuestro deber es construir, desde las perspectivas de los pueblos, propuestas y alternativas viables que reviertan las tendencias actuales, que impulsen nuevos enfoques, políticas e iniciativas capaces de asegurar un presente y un futuro digno, sin hambre en el mundo. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Reitero que hagamos un esfuerzo de abreviar los discursos para que podamos escuchar a todos. Esto es un comienzo. La diputada Liliana Parada se comprometió a viajar a Salta, por lo pronto, con Octorina, y va a haber otras propuestas para que continuemos vinculados con nuevos encuentros.
          Tiene la palabra Silvia Vidal, de Fundación Ecosur.

Sra. Vidal.- Brevemente quiero aportar una perspectiva que no se abordó mucho y que tiene que con la perspectiva de género y el aporte que hace al derecho a la alimentación.
          En esto quiero destacar el rol de las mujeres en la soberanía alimentaria, que es un elemento central del derecho a la alimentación.
          Hablando del rol de la mujer en la alimentación quiero separarme un poco de la visión que viene dando la FAO desde los años 70, desde la primera conferencia mundial para la alimentación, que la identifica solamente con la mujer campesina y del tercer mundo.
          No me puedo explayar mucho por cuestiones de tiempo, pero básicamente quiero decir que las mujeres aportamos desde una multiplicidad de lugares a la alimentación: como productoras, en la comercialización, como portadoras y transmisoras de saberes, de pautas nutricionales, como consumidoras. Posiblemente esta última es una de las funciones más políticas para poder cambiar desde las bases, desde la olla, tanto en el área urbana como en la rural, la determinación de qué producir y también la redistribución.
          Quiero hablar de la situación de las mujeres vinculada con la alimentación, cuestión que se invisibiliza. En las áreas urbanas ya llegan casi al 30 por ciento los hogares a cargo de mujeres, que tienen dificultades para combinar el “trabajo productivo”, el empleo asalariado, con los trabajos reproductivos, los trabajos de cuidado de los que nos encargamos las mujeres, y no hay respuestas ni desde el mercado ni desde el Estado como para poder conciliar este doble rol que tenemos las mujeres y que no ha mejorado ni siquiera con la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado.
          También quiero hablar de esto de que las mujeres alimentamos al mundo, como dice la Vía Campesina, pero hacemos esto porque manejamos estrategias de las más variadas para hacer frente a las crisis económicas, políticas y ambientales. Somos como la variable de ajuste, que hacemos este trabajo invisible de cuidado, tanto en las casas como en las comunidades.
          También debemos referirnos a los comedores comunitarios, estas formas comunitarias de cuidado. Trabajo en un programa alimentario del Estado que se ocupa de estas cuestiones y la verdad que es sorprendente ver cómo hay mujeres que hace 20 años que trabajan voluntariamente o a veces con algún plan que consiguen, pero generalmente gratuitamente, no sólo dando de comer a sus comunidades sino también generando contención, cuidados de los más diversos, socializando para arriba desde las bases.
          Y las mujeres rurales, empobrecidas también, tienen otros obstáculos: la falta de servicios de salud, de infraestructura, el hecho de no ser reconocidas por los proyectos y programas del Estado. El trabajo de la mujer siempre sigue considerándose como una ayuda en la investigación, en la extensión y en la generación de tecnologías.
          Tampoco tienen representación en los espacios de toma de decisiones. Lo vimos en la Mesa de Enlace, que surgió a raíz de la resolución 125, aunque sé que hay compañeros con los que nos conocemos de hace mucho, que son muy bien intencionados y que están trabajando a favor de la soberanía alimentaria desde hace mucho. Sin embargo, en las mesas principales de la última feria de semillas y agricultura familiar que se hizo en Berazategui eran todos varones. Quizás la mujer sigue estando en la cocina, preparando la comida para que los miles de participantes puedan estar nutridos.
          Para finalizar, creo que no se puede hablar de soberanía alimentaria ni de sostenibilidad del planeta si no se termina con todas las formas de inequidad. Hablamos de inequidades entre países de Norte a Sur, inequidades de acceso a los mercados, inequidades en el acceso a la propiedad de la tierra pero también de las inequidades de género.
          Cuando trabajamos con muchas mujeres en las organizaciones decidimos que ojalá que los próximos cacerolazos sean por el acceso a los alimentos y no por el dinero encerrado en el corralito o algunas empresas menos vinculadas con las cacerolas. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Laura Laciar, de CTA Capital.

Sra. Laciar.- En principio, quiero saludar esta convocatoria porque uno participa y construye desde la CTA y pertenece a una organización que es MTD Aníbal Verón, y esta es una de las primeras veces en que las organizaciones sociales nos sentimos convocadas a un espacio en el Congreso.
          Lo importante de los procesos de cambio tiene que ver con que los protagonistas en la construcción de las leyes y los derechos sean los más marginados, que nada tienen que ver con los intereses económicos que nos oprimen a todos, y que la voz de esos compañeros en el reclamo de esos derechos sea la que constituya las nuevas leyes.
          En este sentido, creemos que es fundamental articular las experiencias concretas y que la Legislatura y los procesos legislativos sean las herramientas fundamentales para potenciar y fortalecer la construcción de lo que cada compañero cuenta que construye en su espacio. Me refiero a la construcción que hacen los pequeños productores, las construcciones en Rosario con los procesos de huertas y cada una de las experiencias que se van a ir convocando desde este espacio, que realmente empiezan a sentirse articuladas y con un respaldo por lo que significará discutir los cambios de las leyes y la elaboración de nuevas. No debemos aflojar en esto porque va a ser un proceso largo y difícil, pero el único para poder cambiar las cosas de fondo.
          Quería aportar una perspectiva que no fue muy desarrollada, pero que nos toca muy de cerca. A quince minutos del Congreso nosotros estamos en las villas y allí la única manera de acceso al derecho de la alimentación que tenemos es a través de la constitución de comedores y merenderos comunitarios. Lamentablemente, más allá de que muchos los han usado históricamente de manera clientelar y cómo única manera de uso de la gente, algunos creemos que lo importante es que esos compañeros que se sienten protagonistas organizándose para construir lo que les falta y demandar al Estado para que se haga cargo de ello tienen que empezar a ser sujetos activos, y ojalá pudiera existir alguna manera de articulación con proyectos en los que el alimento surja de otro lado.
          Lamentablemente, hoy por hoy el alimento surge de la demanda que se exige a los estados y a los gobiernos. En este sentido, habría que empezar a abordar cómo son las compras que el Estado hace para abastecer a los comedores, que son totalmente precarias y de una calidad terrible. Es más, nos han usado de tubo de ensayo para la soja porque hubo una época donde todos los comedores comían milanesas de soja. Esto es terrible y creemos que tiene que haber alguna legislación que comience a obligar a los gobiernos a que las demandas de los barrios no sean negociados para ellos y que no negocien a quién le compran, como está haciendo el gobierno de la Capital con todos los comedores escolares, que terminan siendo un negociado más para ellos y no una exigencia de calidad en la comida de esa gente, que es la única manera de acceso a ella que tiene.
          Empecemos a controlar, a elaborar leyes que controlen y exijan que realmente los comedores estén abastecidos en cantidad y calidad. Nosotros tenemos comedores que funcionan una vez a la semana y uno conoce un  montón de experiencias de estas. Esto es terrible. Tenemos que legislar y controlar esto y a su vez pensar en algo más a largo plazo, donde la articulación de la comida que llega a las urbes no tenga sólo que ver con los negocios que hace el Estado sino realmente con una articulación de economía social donde cada pequeño productor pueda empezar a pensar en tener mercado y distribución en las urbes también. Gracias. (Aplausos.)

Sr. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Laura Iseas, de ACIJ.

Sra. Iseas.- Buenas noches. Yo soy abogada de ACIJ, una ONG cuya sigla significa Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia. Tanto para mí como para todos nosotros es muy enriquecedor estar en este espacio porque entre nuestro ámbito de trabajo y éste creemos que sin duda hay puntos de contacto.  Estamos enfocados solamente en un trabajo en la Ciudad de Buenos Aires a través de un programa de ACIJ, que se llama Construcción Ciudadana y Derechos en Villas.
          Tal vez nosotros trabajemos más con quienes sin duda podemos llamar las víctimas de este modelo. Aquí se habla del significado de soberanía alimentaria y nosotros trabajamos con varios habitantes de las villas que son desplazados de las economías locales que fueron aniquiladas y por eso hoy ellos habitan las villas de la ciudad. Por otro lado, otra consecuencia de este modelo es la gente que encontramos con malnutrición, desnutrición o sobrepeso, que en la ciudad está en las villas.
          Nuestra experiencia de trabajo es muy chiquita. Como ONG –por desgracia integrada por todos abogados‑ monitoreamos las políticas públicas y nos gustaría contarles cómo ha sido nuestra experiencia y cómo fuimos entrando en el tema del derecho a la alimentación. Cabe señalar que en este tema siempre nos ha acompañado la señora diputada Liliana Parada y lo iniciamos junto con el Movimiento por el Derecho a la Alimentación, que estuvo presente pero que se ha tenido que retirar.
          La compañera de CTA me dio pie para decir que es verdad que falta legislación o que la existente podría ser modificada. En la ciudad nosotros contamos con una experiencia de una legislación que existe y esa experiencia surgió a raíz de ver que los usuarios de los servicios de políticas nutricionales de cualquiera de los ministerios ‑ya sea de Educación, de Desarrollo Social o de Salud‑ son los habitantes de la villa de la ciudad y cómo funcionaban estos programas que desde las distintas áreas de los ministerios se ofrecían.
          En este sentido, notamos que existe una proliferación de programas y pareciera que todos están orientados a atender la misma problemática, pero en la práctica no hay una articulación entre ellos y no funcionan. Así tomamos conocimiento que desde el año 1998 existe una ley basada en nuestra misma propuesta y lo que preveía era la articulación de los ministerios a través de un grupo de trabajo ‑que luego fue reglamentado a través de un decreto‑ denominado Unidad de Proyectos Específicos, donde participaban los tres ministerios, evaluaban todos sus programas y a su vez elaboraban un mapa de la situación nutricional de la ciudad.
           La ley a la que me refiero es la 105. Este mapa tenía que estar referenciado geográficamente, es decir, había que saber primero cuál era la situación en materia nutricional, dónde estaban los problemas y qué tipos de problemas existían, y se preveía que se relevara a mujeres embarazadas y a niños de hasta dieciocho años, etcétera. La ley contenía bastantes especificaciones.
          Hace cuatro años que nosotros estamos litigando este caso. Obtuvimos sentencia favorable de primera y segunda instancia. Al gobierno se le venció el plazo de 120 días hábiles para hacer el mapa que nunca lo elaboró.
          Quiero resumirles en qué contexto nosotros vemos que este gobierno se ha tomado en serio el tema nutricional de la ciudad. Este año nosotros, ahondando en todo el tema nutricional de la ciudad, acompañamos las denuncias que hicieron los comedores y que se llevaron a la Legislatura sobre el estado de la comida que llegaba a los comedores. Después de nueve años esta es la primera vez que los índices de mortalidad infantil en la ciudad han bajado, los cuales en el 2001 tuvieron un pico por la crisis y este año volvieron a bajar. 
          Estamos hablando de que trabajamos en el ámbito de una ciudad rica, con superávit fiscal. Entonces, pensamos cómo sería el panorama en las otras provincias.
          Por otro lado, estamos pidiendo el acceso a información con el fin de poder monitorear la política pública. Si queremos generar propuestas tenemos que saber de qué estamos hablando. Deseamos conocer la realidad y ése es el origen del caso. La idea es acceder a la información pública y considero que es un tema que se puede vincular con la soberanía. Tampoco sabemos de números, a cuántos subsidian y cuáles son los montos, pero la iniciativa sale desde ese lado.
          Asimismo, les comento que desde hace dos o tres años estamos analizando presupuestos. Para el programa denominado Políticas Alimentarias y Nutricionales en el año 2009 hubo un presupuesto de 301 mil pesos. En el ejercicio 2010 tuvo un presupuesto de 159 mil pesos.

Sra. Parada.- 17 mil millones globales.

Sra. Iseas.- Si comparamos los millones que se destinan a espacio público, es donde nos damos cuenta qué central es la política nutricional en nuestro ámbito de trabajo, que es la ciudad.
          Además, nosotros estamos pidiendo judicialmente que se elabore el mapa nutricional de la ciudad para poder acceder a la información.
          Por otro lado, este año el jefe de Gabinete de la ciudad presentó el mapa de los delitos por motochorros. Y esto no lo tomamos a risa. Se trata de presentaciones judiciales vinculadas con un tema basado en la inseguridad que se cobra muchas vidas.
          Sin embargo, desde hace años venimos considerando que la desnutrición, la malnutrición y el sobrepeso también se cobran muchas vidas, son invisibles y no podemos acceder a la información. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Alicia Falcone.

Sra. Falcone.- La cooperativa “La Asamblearia” se denomina de esa forma porque se nos ocurrió que era el mejor nombre para una entidad que nacía de la iniciativa de dos asambleas. Esto se inicia en el año 2001 al calor del “que se vayan todos”.
          Necesitábamos de una alternativa política que pudiera disputar el poder hegemónico y una alternativa por fuera de los partidos políticos. Aún hoy creemos estar por fuera de algunos partidos políticos.
          Al principio no sabíamos muy bien para dónde rumbear. Tuvimos disputas con algunos partidos políticos que se acercaron sin dar la cara. De alguna manera querían llevar las cosas hacia donde se les ocurría. Entonces, quedamos muy pocos. Una compañera habló de las diferencias y yo creo que es muy difícil construir en la diversidad. Hablamos de estar unidos en la diversidad, pero eso nos costó mucho.
          Finalmente, llegamos a la conclusión de que podíamos trabajar en la construcción de redes solidarias con otras personas que ya estaban haciendo su propio camino como las empresas recuperadas. Sabíamos que éstas tenían sus propios problemas, sobre todo en lo relativo a la comercialización. Entonces, pensamos que podíamos ayudarlos en ese punto. No éramos expertos en el tema, pero quisimos hacerlo.
          Pensamos que había que tener un formato legal para poder hacer algunas cosas. Es decir, querer trasladar algún alimento y te encontrás con el inconveniente de que no puede pasar de aquí para allá porque no tiene el camión adecuado. Entonces, creímos que la forma de cooperativa que tenía la tradición socialista podía constituirse en un formato bueno.
          En esta discusión quedaron algunos compañeros que no estaban de acuerdo en tener ningún formato que tuviera que ver con alguna historia, por mejor que ésta fuera. Iniciamos el camino y luego les comentaré cuáles fueron las dificultades.
         
         
          Pasamos de las empresas recuperadas, seguimos discutiendo el tema y fuimos profundizando hasta llegar a la idea de que nosotros no éramos los iluminados que íbamos a ayudar a otros grupos sino que teníamos que participar activamente todos en esa cuestión.
          De esta manera, quisimos integrar a los productores. Por ese entonces veníamos discutiendo de qué se trataba el tema de la producción, que podía ser el comercio justo, de la producción sin agroquímicos o agrotóxicos. Finalmente, fuimos participando, visitando a fincas y productores para ver cómo trabajaban y si estábamos de acuerdo con ellos y viceversa. Logramos la participación de muchos de ellos en esta construcción y ahora juntos formamos la cooperativa, que tiene su proceso dinámico y a la cual se van acercando a trabajar muchos productores.
          Sí quería comentar algo que vimos en una jornada con la Masa al Sur y que se relaciona con la necesidad de que el Estado contribuya con políticas activas para poder sostener todas estas estructuras, algo que es bastante difícil de hacer.
          Nosotros obtuvimos recursos de parte de alguna organización europea, de amigos que vivían afuera y que nos dieron algunos euros y con subsidios que nos otorgaron desde el gobierno de la Ciudad hasta el de la Nación, pero sigue costando mucho poder mantener todo eso. En este momento hay una organización italiana que nos ayuda para todo lo que es el enfoque. Estamos tratando de hacer más difusión a fin de acercar mucha más gente. Me refiero a los consumidores responsables. Tenemos muy en cuenta que el tema de los consumidores responsables es muy difícil de sostener.
          La verdad es que estos productos no están al alcance de todo el mundo. Tenemos muy en claro que de esta manera no estamos terminando con el hambre. Estamos tratando de hacer una construcción que tiene que crecer en muchos sentidos, porque no llega a todos los que quisiéramos que llegue.
          Se trata de una construcción válida que tiene que crecer. En el marco de esto necesitamos al Estado para certificar la ayuda. Voy a dar un breve ejemplo. En uno de los primeros encuentros del presupuesto participativo, el proyecto resultó apoyado por los vecinos –el de cooperativa- y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires tenía que darnos un transporte y un local. Después de muchas idas y vueltas, visitas y cambio de autoridades, nunca tuvimos el automóvil ni el local.
          En este momento estamos funcionando en el mercado de Bonpland. Es algo que se logró como permisionarios, no solamente de “La Asamblearia”, sino de muchos otros colectivos con los que coincidimos y otros no tanto.
          Pero estamos funcionando en Bonpland y vamos yendo. He tratado de relatar esta experiencia lo más rápido posible. Me gustaría que en otro momento tengamos un espacio un poco más amplio para trabajarlo junto con ustedes. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Fernando Glenza, de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional de La Plata.

Sr. Glenza.- No debemos olvidarnos de apuntar que soberanía alimentaria también incluye a los peces, la pesca. En ese sentido, en nuestro país tenemos un verdadero desastre, no sólo en la costa atlántica sino también en la pesca artesanal en los ríos.
          También quiero señalar que el modelo de desarrollo neoliberal opuesto a la soberanía alimentaria incluye el tema de los agro combustibles pero también va de la mano de la cultura del automóvil, el incremento de los monocultivos forestales, que es el mismo modelo que el monocultivo de soja, las licencias petroleras y las concesiones a la minería a cielo abierto. Todo este paquete biotecnológico e insumo dependiente integra a la minería también en su esquema, por la fertilización química. Con cada exportación de granos se va una gran parte del suelo que después hay que reponerlo de alguna manera. Así que consideramos que el sistema es agro-petro-minero.
          Por otro lado, quiero hacer algunas consideraciones con respecto a la historia y algunos supuestos avances en política del Estado nacional con respecto al sector que llaman de agricultura familiar.
          Nosotros vemos con preocupación el hecho de que se tome a la agricultura de una manera sectorizada. Se habla de agricultura familiar, por un lado, pero lo imperante son los agro negocios. Creemos que esta es una estrategia política para disminuir el conflicto social. Es decir, creamos canales de interlocución válidos donde cada ventanilla atiende a un usuario. En este caso, el usuario grande habla con el secretario de Agricultura de la Nación cuestiones que tienen que ver con el agro negocio, y el usuario pequeño, de poca importancia, de la agricultura familiar, habla con la Secretaría de Agricultura Familiar.
          Me parece que habría que poner atención en este tema, porque estas nuevas dependencias de Agricultura Familiar desarrolladas tanto en el ámbito del Ministerio de Asuntos Agrarios como en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, como en el INTI, como en el SENASA, forman parte de una política que para nosotros se inicia en los acuerdos del mercado común en el Mercosur allá por el año 2004, cuando se crea la red especializada de agricultura familiar.
          Se supone que las organizaciones sociales, de productores, agricultores y las organizaciones civiles también tienen que participar en consejos consultivos, de los cuales no participan. Preguntémonos si, por ejemplo, en la red especializada de agricultura familiar de Larrea participa el Movimiento Sin Tierra de Brasil, que son 2 millones de campesinos organizados. La realidad es que no participan, y no es casual que sea así.
          Nosotros pertenecemos a la cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad de la Plata, formada por integrantes de seis facultades. Somos parte de la comunidad universitaria; no toda la comunidad universitaria de nuestra universidad piensa de la misma manera. Venimos trabajando desde el año 2003. Nosotros deberíamos participar en los consejos consultivos. Sin embargo, nunca nos han invitado.
          En el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal tampoco nos han invitado. Si hay algún funcionario aquí –creo que no‑ le pasaría nuevamente nuestro correo electrónico, aunque todos lo tienen.
          Entonces, esta pantomima de participación sólo sirve para legitimar un modelo que ya ésta decidido. Porque no es la primera vez que siendo académicos y universitarios nos han dicho que nosotros vamos a esas reuniones a boicotearlas, cuando no es así. A pesar de que somos apasionados, tratamos de mantener el aplomo académico.
          Por otro lado, esta cuestión de agricultura familiar por un lado, donde no se nombra la palabra "campesinos", y de agro negocios por el otro lado, el Movimiento de los Sin Tierra explicó muy bien hace años que se trata de agro negocios y “agro negocitos” o “agro negocinhos”, como dicen los brasileros. Porque el sistema de producción es el mismo. Es como decía Myriam Gorban con el tema de los arándanos: nos están llevando a una producción especializada que tiene como destino la exportación a mercados internacionales o regionales, ya que también puede ser dentro del ámbito del Mercosur.
          Quiero leer algo muy breve. La Reunión Especializada de Agricultura Familiar que se realiza todos los años en los diferentes países del Mercosur, donde participa la gente del INTA o del Foro Nacional de Agricultura Familiar, “…tiene el objetivo de promover el comercio de productos de la agricultura familiar en su ámbito, mediante la instrumentación de registros…”  ‑atención, porque ahora tenemos el registro de la agricultura familiar‑ “… que califiquen y habiliten a los inscriptos para acceder a las políticas públicas.” Es decir, hay que registrarse para acceder a las políticas públicas. Yo creía que las políticas públicas eran para todos, fundamentalmente para los pobres. Evidentemente, no estamos hablando de eso; estamos hablando de una segmentación mercadotécnica, donde entre la agricultura familiar y el agro negocio muere el campesinado y la agricultura tal cual la conocemos.
          Para finalizar, hay que olvidarse de hablar del sector y volver a hablar de agricultura en sentido amplio, porque si no, no la cuestionamos: una destruye a la otra. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Federico Lopardo.

Sr. Lopardo.- También soy integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP y soy militante del Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho.
          Ya mencionó mi compañero Fernando el tema de la pesca, que no se vino tratando. Hacemos referencia a la pesca artesanal, pesca de ribera, no la pesca de factoría.
          La soberanía alimentaria no sólo es el derecho de los pueblos sino que también es un principio libertario. Ya lo dijo el economista premio Nobel hindú Amartya Sen, que planteaba que el hambre es sometimiento, pérdida de libertad. Entonces, la soberanía alimentaria no es sólo un derecho sino que también es un principio libertario.
          Otra cuestión que también me parece muy interesante es que el paradigma emergente en el cual es sumamente necesaria la soberanía alimentaria es el que expresaba Evo Morales en febrero de este año, que es que hay dos caminos: o muere el capitalismo o muere el planeta Tierra. Me parece que ese paradigma emergente debemos llevarlo en todo momento en que estemos trabajando esta temática.

          Como ya lo expresaron muchos compañeros sólo vamos a poder ejercer la soberanía alimentaria en toda su profundidad con la lucha en la calle. Sin los movimientos sociales esta lucha será imposible. Podemos hacer miles de estas reuniones acá, pero si esto no tiene el mismo correlato en la calle, en la organización política desde las bases mismas, vamos perdiendo en ese sentido.
          Esto es lo que me parece importante remarcar así como también que esta cátedra de la Universidad Nacional de La Plata nació en el año 2002 como curso y tomó carácter de cátedra en 2003. Nació como contra hegemonía de lo que eran las políticas de la propia Universidad a desarrollar y darle cuerpo al modelo sojero, particularmente con lo que fue el programa Soja Solidaria. Con la crisis de 2001 se pretendía enseñar a los estudiantes universitarios cómo trabajar la soja para que les enseñaran a los coordinadores de los comedores populares.
          Así fue como se armó nuestra cátedra, con un equipo interdisciplinario con distintas ideologías; yo soy de Quebracho, y está el compañero Belo Soler, que es de GRR, y hay compañeros de otras organizaciones que también integran la cátedra. Nosotros creemos que la unidad en el tema de la soberanía alimentaria es una pata fundamental para la soberanía nacional y la lucha contra el imperialismo. En este camino –como ya dijo el compañero‑, Patria o Muerte, unidos vamos a vencer.

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el señor Cristóbal Méndez, de la Ecoaldea Velatropa.

Sr. Méndez.- En realidad, venimos desde la Huerta de Saavedra, que en contacto con la gente de la Ecoaldea Velatropa conformó una organización denominada Por las Huertas, que nuclea a varias huertas orgánicas de la Capital, a raíz de que destruyeron la Huerta Orgánica. Es de público conocimiento cómo fue sacada con topadoras en Caballito. A partir de ello nos empezamos a juntar y a organizar encuentros para intercambiar tanto semillas como conocimientos y a plantearnos la soberanía alimentaria en la Ciudad de Buenos Aires desde las huertas urbanas, desde el trabajo con la tierra.
          Específicamente nosotros venimos a contarles lo que hacemos en la Huerta de Saavedra, que es un terreno recuperado por la Asamblea de Saavedra en los años 2001 y 2002. A partir de ese momento, con distintos niveles de compromiso, se estuvo manteniendo una huerta orgánica. El lugar comenzó a crecer mucho más y es interesante ya que se nota que la gente está empezando a interesarse por las huertas orgánicas y la soberanía alimentaria. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, lamentablemente la Policía Metropolitana usurpa espacio público, una plaza en la ex Autopista 3, y no todos los vecinos se movilizan para frenar esto, que es un atropello hacia el espacio público.
          Lo que estamos haciendo ahora se los va a explicar mi compañero.

Sr. Casal.- Trabajo en la Huerta de Saavedra en la parte de huerta. Corrigiendo un poco lo que dijo Cristóbal, nosotros pretendemos tener una huerta orgánica, porque uno de los problemas que tenemos y que enfrentamos con varias herramientas es que nos fumigan con glifosato enfrente, en la vía.
          Yo no sé si todos saben que en la Ciudad de Buenos Aires se fumiga con glifosato en los terrenos del tren, y también el espacio público y privado. Yo no me quiero extender en esto, pero como deben saber casi todos el glifosato está clasificado como de baja toxicidad, lo cual yo creo que es criminal. Esta es una clasificación que viene de la Organización Mundial de la Salud, que se llama DL 50, dosis letal que mata el 50 por ciento de los animales del experimento, que es totalmente falaz.
          A partir de las fumigaciones estamos apoyando un proyecto de ley que también sale del Interbloque Proyecto Sur para la Ciudad de Buenos Aires con legisladores de la Ciudad. También estamos apoyando un petitorio de reclasificación y un proyecto de ley para prohibir las fumigaciones con todo tipo de herbicidas y pesticidas, no sólo el glifosato. Hay proyectos que especifican el glifosato y se meten en su clasificación y esto es todo un lío, es decir, necesitamos un proyecto que sea abarcador de todos los herbicidas, de todos los venenos, de todos los pesticidas para estar más o menos tranquilos respecto de este tema en la ciudad e intentar una huerta orgánica.
          Nosotros estamos dedicados al cultivo de algunas especies para alimento, aromáticas, plantas nativas, promovemos la biodiversidad desde la Huerta pero es muy difícil hablar de esto con libertad y orgullo cuando en realidad no nos podemos comer una lechuga que cultivamos nosotros. Estamos a cinco metros de la fumigación.
          Quisiera redondear esto con algunas prácticas que tenemos en la Huerta, que creemos que colaboran con este tema de la soberanía alimentaria. Estas prácticas son, por ejemplo, que nosotros tenemos un buzón para reciclaje de residuos orgánicos de los vecinos. Los vecinos pueden ir y tirar en ese buzón los residuos orgánicos –de acuerdo con cierta clasificación que especificamos‑ y con eso nosotros fabricamos compost. El compost es un compuesto de microorganismos –en realidad no se sabe bien qué es el compost, es decir, no hay una definición científica‑ que ayuda a revivir la tierra aportando muchísimos nutrientes y reinstalando la cadena trófica que rompen los agrotóxicos.
          Nosotros creemos que esta pequeña experiencia que estamos haciendo desde nuestro núcleo de trabajo se podría ampliar un poco en un proyecto piloto, en cualquier lugar que podamos organizarlo, para llevar a cabo un experimento de reciclado de residuos tóxicos para revivir las tierras que, por ejemplo, están siendo arrasadas en nuestro caso en la ciudad y enfrente de nuestras casas, y en el caso de nuestro país, en toda su extensión.
          No me quiero extender mucho, pero me gustaría decir que tenemos que actuar desde nuestros núcleos de trabajo porque se puede hacer una experiencia muy valiosa. Estamos frente al colapso del sistema de recolección de residuos y nadie sabe qué hacer con la basura de la Capital. Nosotros tenemos una modestísima experiencia y está a disposición de los que quieran para poder seguir debatiendo este tema que en particular nos parece interesantísimo. Vamos por la recuperación de las tierras, vamos por la fertilidad, queremos convertir estos terrenos y nuestros paisajes nuevamente en un paraíso, lo cual es posible. (Aplausos.)

Sr. Méndez.- Quería comentar que en el mes de diciembre se va a llevar a cabo un encuentro por las huertas junto con los representantes de la huerta “El Cascote” de Caballito.

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra el señor Sergio Val, a cargo de la Fundación “Che Pibe”.

Sr. Val.- Voy a comenzar mi alocución con una frase de Galeano, quien nos dice lo siguiente: “Un sistema que no da de comer tampoco da de amar. A muchos condena al hambre de pan y a muchos más del hambre de abrazos”.
          En Villa Fiorito –donde yo habito- convivo con niños desde hace 23 años que nacen y mueren de cualquier manera. Y esto sucede a cinco minutos de una de las capitales más importantes de este continente.
          Conocemos chicos cartoneros y con los compañeros de “La Alameda” hemos ido a denunciar el trabajo infantil en las granjas donde se producen los huevos. Y eso se hace con trabajo esclavo, con hermanos traídos y engañados de países más pobres.
          Con los movimientos campesinos e indígenas hemos estado en el campamento latinoamericano en la provincia de Misiones. Puedo decirles que la industria forestal ha matado a todos los peces que habitaban esos ríos. No sé cómo no tomamos la Universidad de La Plata. Subimos los micros arriba de la entrada y trajimos a un grupo importante de caciques guaraníes de Kuñapirú. La Universidad Nacional de La Plata recibió una donación de una empresa de ese valle que lleva su nombre.
          Recuerdo que un amigo cordobés contaba con mucha vehemencia cómo la universidad se había acercado a las comunidades para llevarle un plan de sustentabilidad de la selva. ¡Qué hijos de puta! Esas comunidades habitaron durante seis mil años esas selvas y las han hecho maravillosas. Nunca han agotado los recursos y bienes de la naturaleza.
          Por eso, Mario Barrios –militante kolla- decía que los pueblos originarios no éramos humanos, sino que éramos naturaleza. El concepto humano lo trajo el europeo; de la mano del concepto humano trajo la propiedad y se apropió de todo, de nuestra vida y nuestra muerte.
          En donde yo vivo hay que sentarse en la sala de espera del hospitalito de Bunge y uno ve a los chicos de 14 años todos raquíticos cuando les nota cómo están vestidos con alguna bermuda. Ves a las mamás con sus hijos en brazos.
          Por ahí soy un guacho al traer estos conceptos en el final de la reunión. Pero creo que sensibilizar no es un golpe bajo si es que éste es el lugar indicado; creo que aquí sí estamos sensibilizados. Esto lo vemos todos los días; en 23 años he llevado muchos chicos al cementerio. Si recorremos el cementerio de Lomas de Zamora vamos a ver las tumbitas.
          Con el Movimiento Nacional de los chicos del pueblo nosotros decimos que el hambre es un crimen y Hebe de Bonafini diría que es un crimen que nadie paga. Un compañero hoy dijo que dentro de 20 años los vamos a juzgar como genocidas y creo que tiene que ser así. Podría ser una de nuestras metas.
          Un compañero mendocino me decía que cuando era chico era impensado comer bananas en el sur o consumir manzanas en el norte. Me refiero a ese gasto de energía al trasladar y que los países estén perdiendo su capacidad de producir alimentos para que lo manejen las corporaciones. Esa es la contracara de la soberanía alimentaria y del hambre.
          Nosotros venimos a hablar de la urgencia que tenemos como luchadores sociales, políticos y populares. Hoy en Lomas se nos mueren chicos en un lugar que es una bomba de tiempo. Nosotros clavamos una pala en Bunge y sale el agua de los pozos. Cuando se inunda, la mierda entra a tu casa. No es sólo lo que comemos; vivimos en un ambiente de mierda y así morimos. Cada tres días muere un chico en Lomas de Zamora.
          Hoy 26 chicos, mañana también; los que no mueren quedan desnutridos y a veces mutilados para siempre en su capacidad cognitiva. Esa es la sociedad que venimos construyendo hace más de veinte años. Hay mamás –lo voy a decir groseramente y les pido perdón de antemano- que no les llega el agua al tanque. Y eso es porque la desnutrición ha hecho estragos. Tenemos hijos de esas mamás con las mismas dificultades, que no van a poder llegar a lo que nos dicen los parámetros de la normalidad en las próximas tres generaciones. Hablo de tres generaciones bien alimentadas.
          ¿Cómo podemos mejorar la sociedad? Sé que lo que digo parece de mala onda, pero es muy doloroso.
          Voy a terminar mi exposición citando la frase de un hermano anarquista quien decía que tenemos que soñar y construir ese tiempo, el de los salarios dignos, del trabajo, donde ser un niño sea un privilegio y ser un anciano una bendición. No estamos lejos ni cerca de ese tiempo y nos encontramos en el momento exacto del cielo y la tierra que queremos. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra la señora Myriam Gorban.

Sra. Gorban.- Lo que él no ha dicho es la tarea que desarrollan todos los días. Es el barrio de Maradona. Es un barrio de cartoneros y salen a juntar los cartones a la noche a la Capital y dejan los hijos al cuidado de ellos. Les dan de comer, los bañan, los acuestan, les ayudan con los deberes. Es una tarea que no se conoce y que la tenemos que publicitar y solidarizarnos con ellos porque es increíble lo que hacen. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Antes de seguir con el próximo orador, quisiéramos agradecer el trabajo del cuerpo de Taquígrafos que desde hace horas están colaborando con nosotros. (Aplausos.)

Sr. Belo Soler.- Quiero agregar a lo que decía el compañero que cuando yo era chico el gobierno de aquella época decía que en la República Argentina los únicos privilegiados eran los niños.

Sra. Presentadora.- Tiene la palabra Miguel Ginnattasio, del Centro de Estudio sobre Tecnologías Apropiadas de la Argentina.

Sr. Ginnattasio.- En realidad, aquí tendría que estar mi compañero Javier, que es el que investiga en el tema de agrotóxicos. Lo que hacemos nosotros es promover la autoproducción de alimentos en los barrios del Gran Buenos Aires. Mi tarea más hermosa es hacer teatro de títeres para los jardines de infantes del municipio de Merlo, donde les dan de comer. Coordino talleres pero los pibes ya saben qué es lo que tienen que hacer con las semillas. Es sorprendente que ni bien reparto las semillas ellos hacen el hoyo, colocan la semilla en la tierra y le pegan, y sólo tienen tres años. Están muy cerca de la tierra, no por la estatura sino por la energía.
          Este ejemplo es para recordar que los pibes nacen todos buenos. No hay niños malos. Y esto de la soberanía alimentaria -a mí me gusta hablar de autonomía alimentaria- se toca con la seguridad, porque el niño desamparado después se convierte en un delincuente, a quien la sociedad destruye, pero ya lo viene destruyendo desde antes.
          La señora encargada del comedor me decía que los chicos están allí hasta los cinco años. Un fin de semana entraron violentando una ventana y rompieron todos los paquetes de fideos, arroz y polenta. Y eran los mismos chicos que habían pasado por el comedor, pero que cuando salen al barrio no tienen la contención, el cariño y la alimentación que recibían ahí. Y entran por la ventana porque no pueden entrar por la puerta, porque ya son mayores de cinco años. Y una manera de volver al lugar donde los trataron bien es esa. Puede ser que rompan o destruyan, pero no roban; y están a la merced no de la gente que los trató con cariño, sino de la supervivencia en la calle.
          Esta es la historia del mundo, porque pueblos originarios -con todo el respeto que me merecen los compañeros originarios de América- somos todos, que fueron de un lado a otro -algunos con suerte, otros con menos suerte-, huyendo del hambre.
          Europa era un bosque hasta que llegó el imperio romano. Y los colonos de los que hablaba el compañero veterinario fueron un gran negocio para el Estado argentino para fomentar la inmigración, pero los fueron ubicando matando a los indios. O sea que desde el inicio de los tiempos se ha producido un devenir.
          Pero no podemos hablar de soberanía alimentaria si no sale del corazón, si no se nos revienta el corazón. Como dijo el compañero que habló antes y muchísima otra gente, mi soberanía alimentaria depende del prójimo, del próximo, del cercano, y yo no puedo dormir tranquilo pensando que mueren los niños.
          Hace poco operaron a mi nieto de un año en el hospital Garrahan y se salvó, pero se salvó él y alrededor murieron otros diez, a muchos de los cuales no los iba a ver nadie.
          Tenemos muchas palabras que crean mundos. La soberanía alimentaria está de moda porque está sojuzgada; la biodiversidad se nombra porque está sojuzgada; pero de pronto nos olvidamos que la vida se sustenta a sí misma.
          Y no hay recursos naturales. Todos somos parte de un ser vivo, donde tampoco hay Pachamama. Somos parte indiscutible de todo eso, y también tenemos derecho de estar en la tierra.
          Tenemos una misión en la vida, que es ayudar al prójimo, y otra misión paralela, que es ser felices; pero no podemos ser felices si otro sufre.
          La última reflexión es que estamos habitando en un ser vivo al que le estamos dando veneno.
          Otro consejo es que reflexionemos acerca de cómo estamos maltratando a las cuidadoras de vida. Así podemos observar que cuando sube una mujer embarazada en un transporte público, nadie se levanta. No lo digo como un “viejo choto” que soy; lo digo después de haberme quedado sentado muchas veces. Yo también estuve dormido y no me di cuenta que otro sufría.
          Camino por las calles del centro y recibo abiertamente propaganda de prostitución. Hay cantidad de gente que vive de los cuerpos de las mujeres, así como nosotros vivimos del cuerpo del planeta, cuando en realidad lo estamos destruyendo, como se está destruyendo el cuerpo de las mujeres.
          Por eso no podemos hablar de soberanía alimentaria si no se nos revienta el corazón, hasta que nos demos cuenta de que nuestra alimentación depende de la del prójimo y viceversa.
          Tengo fe de que la cosa se va a revertir, porque nacimos para ayudar al prójimo no desde la asimetría sino desde la igualdad, y para ser felices. Si desaparece la especie humana del planeta, el planeta revienta porque van a quedar las usinas nucleares como un ladrillo atado. Porque se va a morir Homero Simpson y en poco tiempo va a reventar el planeta. O sea que somos necesarios. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Quedan sin hablar Pedro Olivera y Jorge Masocci.
          Solicitamos que no se extiendan más de tres minutos cada uno porque los trabajadores del Anexo de la Cámara vinieron a decirnos que están esperando que finalicemos con el uso de la sala, ya que hace rato terminó su horario de trabajo.
          Tiene la palabra Pedro Olivera.

Sr. Olivera.- Hago honor a mi profesión de economista, me ahorro los minutos y le cedo la palabra al compañero.

Sr. Masocci.- Soy estudiante de Artes Visuales del IUNA, militante de Proyecto Sur; formo parte de un centro cultural que se llama "El puente", que está en el arroyo Gambado, en las islas del delta de Tigre. Conozco mucho el litoral y quiero hacer mención de algunas problemáticas que vivimos al borde del agua.
          Como decían los compañeros, el tema de la pesca en los ríos es algo que se ve muy poco porque la gente parece estar de espalda a los ríos, y dentro de los ríos hay mucha biodiversidad, hay mucha gente que vive allí y hay mucha problemática de contaminación que tenemos que tener en cuenta.
          Escribí algo que se llama "El delta del Paraná como resultante final de aguas federales", porque sabemos que del Pilcomayo y del Bermejo, con las aguas que vienen bajando por el Uruguay y el Paraná, se forma el delta que termina en el estuario que mal llamamos Río de la Plata.

          Si uno recorre el litoral argentino, antigua tierra de querandíes, charrúas, mocovíes, y mayormente guaraníes, si uno se baja del auto o del micro y se adentra en el humedal misterioso, se interna en la frondosa selva misionera, en los Esteros del Iberá o recoge un espinel junto a los isleños del Delta del Paraná, podríamos estar en unánime acuerdo del delito voraz y el hambre de destrucción con que estos pueblos y su biodiversidad están siendo atacados.
          Misiones, la tierra sin mal, donde todo es vida, donde la vegetación crece con una velocidad divina, y el mundo entero pareciera detenerse ante la inmensa exhuberancia de las Cataratas del Iguazú, allí, en ese mismo lugar, miles de familias deben optar por trabajar junto a sus hijos en la siembra del tabaco, industria ambiciosa y contaminante de manera integral desde su siembra hasta su consumo. Dicen que esta es la única manera de poder tener una obra social, aun sin importar los salarios indignos y que todos estos venenos también contaminan el resto de sus cultivos.
          En esta provincia existe un gran plan de represas ideado en la época de Travassos, geopolítico brasilero, que advertía que las aguas dominaban desde sus nacientes y no en sus desagües, como decía Sarmiento. Este plan está llevándose a cabo paulatinamente; Itaipú en Paraguay, Salto y Yacyretá en nuestro país, por nombrar las más cercanas, pero la idea de Travassos se basaba en cincuenta y dos mega represas.
          Estas monstruosas construcciones ya han eliminado muchísimas especies de la vida acuática, rompiendo la cadena alimenticia de los lugareños, la velocidad antinatural con que transitan las aguas cambia bruscamente su temperatura generando una gran mortandad de peces, como hoy mismo podemos observar en la costa de la localidad de Tigre, donde kilómetros de peces moribundos es la imagen cotidiana desde el invierno pasado sin cesar. Esto es algo que ustedes pueden ver si van mañana a Tigre.
          Esta gran mortandad es también ayudada por las grandes arroceras en la provincia de Corrientes, que luego de destruir el bioma del Estero elevando los terraplenes, estos son inundados y rociados con agroquímicos que finalmente son devueltos al humedal.
          Tenemos la construcción de la nueva moda, los countries en las islas, y si un habitante de las islas quiere hacer una pequeña zanja de desagüe debe obtener permiso de la Dirección de Hidrografía, Tierras y Prefectura. Pero la empresa Colony Park, con el proyecto del Estudio Robirosa, Beccar Varela y Pasinato, negoció con los municipios de Tigre y San Fernando cien hectáreas de islas donde destruyeron el curso del serpenteante arroyo Anguilas para hacer este emprendimiento donde vivirán más de 4.800 personas y además transitarán alrededor de 1.000 vehículos. Estas tierras estaban habitadas por los isleños auténticos, que luego de muchas generaciones continuaban viviendo de la pesca y la recolección de junco y mimbre. Colony Park los sacó a golpes, fuego y topadoras. Hoy sólo quedan pocas familias trabajando en la resistencia en forma de cooperativa mimbrera.
          Así continuarían los ejemplos, porque la contaminación, el saqueo, el abuso del poder y las políticas del Estado actuales son las protagonistas de nuestra ausente soberanía alimentaria. El dominio de masas en las provincias del interior mediante las religiones es muy notable. Desde hace quinientos años, estos mecanismos macabros, cómplices de los países del primer mundo vienen acostumbrando a nuestros pueblos a esta cultura de la miseria.
          Como decía Benedetti, Padre nuestro que estás en los cielos, danos hoy nuestro pan de cada día pero no aquel que es parte de un símbolo, sino el de miga y cáscara, el pan nuestro. Cambiemos juntos esta historia para una alimentación merecida por todo ser que habite la tierra. Muchas gracias. (Aplausos.)

Sra. Presentadora.- Agradecemos mucho a todos los que se quedaron. Desde la mesa de trabajo Masa al Sur teníamos la idea de mencionar algunos de los ejes que se plantearon acá, tales como el de repensar el nuevo modelo de desarrollo, el problema de las luchas por la tierra en contra de la extranjerización y la concentración y por una reforma agraria, el problema de los agro tóxicos y agro combustibles, la necesidad de créditos, infraestructura y tecnología, un nuevo vínculo con el Estado, etcétera. Hay un montón de cuestiones relacionadas con el acceso al alimento digno para toda la población y la necesidad de la articulación de todos los pueblos que habitan el país, el campo, la ciudad y los comedores, y en general en América Latina.
          Nuestra idea es poder convocar a todos los que no pudieron hablar y aquellos que así lo deseen pueden enviar sus trabajos para seguir sumando al blogspot que se abrió para esta audiencia, para empezar a pensar en una jornada más larga de discusión y para establecer ejes de trabajo más puntuales con tiempo y que podamos ir abordando en su especificidad y problemática en sí misma.
          Tiene la palabra la señora diputada Parada.

Sra. Parada.- Rápidamente, ya que estamos todos corriendo, yéndonos y con el pie en el estribo, recojo el guante de las cosas que se fueron planteando acá.
          Lo primero que quiero destacar es algo que mencionó Carlos Vicente respecto de la apropiación de las luchas. Ciertamente uno de los temas por los cuales uno tiene tantísimo cuidado en todas estas cosas es por los protagonismos excesivos. Quienes nos conocen y saben cómo trabajamos saben que esto no es así, pero entiendo que haya organizaciones que no quisieran participar precisamente por esto. Cabe señalar que fueron convocadas.
          La idea es que esto, que puede o no ser un espacio –no quiero empezar a poner títulos de cosas que pueden no existir, sino que las cosas deben ser y después tendrán su nombre‑, es para pensar y seguir pensando juntos de qué forma podemos trabajar desde esta banca que ocupo, desde la de quienes nos han acompañado y las de otros que no están. Por lo menos sí ha servido para que algunos me preguntaran qué era la soberanía alimentaria, siendo diputados de la Nación.
          Es importante instalar este debate en el Parlamento para ir hacia ese Estado nuevo del que yo participo y quiero construir. Esta es una institución, es un poder, y la verdad que lo que quiero es que nos empoderemos todos. Como militante sigo pensando que la lucha está en la calle, esta es sólo una de las formas en que la podemos dar, pero que pienso que podemos aprovechar en el buen sentido.
          La convocatoria está y propongo ya poner una fecha. Estuvimos pensando en el 18 de noviembre para hacer una apertura y que esa fecha sea para que todos los integrantes piensen en ser convocantes, en empoderarse de este tema y fijar ejes, traer propuestas de trabajo para el año próximo, que realmente sirvan, como este blog que ayer abrieron los jóvenes del grupo de soberanía alimentaria, a fin de difundir y comunicar.
          No quiero dejar de reflexionar respecto de lo que decía Moira Millán, por la semana trágica que hemos tenido, con la muerte de este compañero mapuche y la muerte de Mariano Ferreyra. Nosotros estamos acá hablando de esto y hay una Argentina que nos está queriendo demostrar a cada rato que no es posible. Creo que la mejor forma de luchar es pensar que sí es posible y que podemos estar hablando de esto.
          Muchísimas gracias a todos por haber dejado esa desconfianza de lado y por haber participado; muchas gracias al grupo de soberanía alimentaria, a mis compañeros de trabajo y al equipo de taquígrafos, que hasta con un ataque de alergia continuaron su trabajo hasta el final. Todos ustedes prestigian esta casa. Muchas gracias. (Aplausos.)

                              - Es la hora 21 y 35.